Después de poner una pica en Panticosa «pueblo», cogimos nuestra casita con ruedas y nos mudamos al Balneario de Panticosa, sin saber qué nos encontraríamos allí en este verano en el que las cámpers y las autocaravanas han sido legión.
A medida que ganamos altitud y miramos hacia atrás, vamos tomando consciencia del imponente circo en el que se asienta el balneario. Y también de todo aquello que lo rodea, y que desde abajo nos permanece oculto. La senda no tiene pérdida, aparte de que la jalonan carteles indicativos de las diversas opciones que podemos atacar desde cada cruce, basta con tomársela con calma y disfrutar de los varios rincones que nos van saliendo al paso, todos magníficos.
Llegados al Ibón de Brazato, podremos asomarnos al Ibón inferior, y desde su plataforma tendremos vistas de nuevo a todos los picos colindantes. A la bajada, decidimos comer en una pequeña laguna que hay aguas abajo del ibón inferior, encajada en un enclave más verde y sombreado.
Vistas del balneario desde arriba.
En total anduvimos 14 kilómetros con cerca de 900 metros de ascenso.