Noruega 2023. II Parte.

23 de Agosto. Ardal – Lom

El 23 era otro día de descanso de furgo. Consistiría en hacer el pateo que podéis ver en la entrada «Cascadas Vetifossen«, y pasar la tarde tranquilamente en Ardal, pero después de una mañana de andar bajo la lluvia y de una tarde que pintaba igual, decidimos hacer los kilómetros de la siguiente etapa por la tarde y ganar un día para emplearlo donde mejor nos viniese después. Es lo bueno de ir a nuestro aire…

Así que condujimos bajo la lluvia viendo más y más agua mientras el aire condicionado y la calefacción secaban los impermeables de la mañana. Calefacción, sí, en agosto, tanto en marcha como en parado, gracias a ese maravilloso invento que son las calderas estacionarias de gasoil, y cuyo «botón de la felicidad» conoce Ana al dedillo.

La ruta, como se puede ver, era una suerte de una gran herradura, que te lleva a pensar el buen uso que podían haberle hecho a su famosa tuneladora, pero que nos llevaría a otro ferry para cruzar el fiordo de Ardal, y a un serpenteo que nos haría pasar por pequeños pueblos antes de llegar al mirador de Nedre, en lo alto de una enorme meseta glaciar. Pero no, no hicimos la herradura. La tarde anterior, dando un paseo por Ardal, me fijé en que los coches subían por una carreterilla que serpenteaba ganando altura con rapidez. Buscando en los mapas de Orux-map, que tienen una fuente magnífica para Noruega, descubría que la carreterilla seguía hacia el norte y subía a la meseta de la etapa siguiente. Así que nos dispusimos a explorarla. Lo que no cantábamos es con el trazado, que evita que se pueda acceder con una autocaravana de más de 6 metros, y en esto debo ser muy claro:

Detalle del arranque de la subida. Y no solo eso, luego hay una bajada que a vehículos pesados les puede destrozar los frenos. Nosotros, con paciencia y dejando pasar a los coches que nos alcanzaron en un par de ocasiones, la hicimos sin más inconvenientes. Y nos ahorramos un puñado de kilómetros y un ferry.

Una vez en la meseta superior, y con el clima de ese día, se te corta la respiración. El paisaje es de alta montaña total. Los glaciares no son una rareza, sino algo que te rodea por todas partes, con tamaños que evocan a los de épocas pasadas, a pesar de que la niebla no te deja ver toda su extensión. Y los lagos, también glaciares, de agua clara por su procedencia, no te continuar avanzar porque sientes que tienes que parar a hacerle fotos a todo. Bendita era digital. Con un carrete de 36 me habría muerto. Aquí va una pequeña muestra:

Yo había programado la opción de dormir en algún lugar de este trazado, pero con el clima que hacía decidimos bajar unos pocos metros en dirección a Lom, y paramos en un área de descanso en la que estuvimos solos toda la noche junto a un río inquietantemente silencioso, para a lo que allí se tenía costumbre.

Es cierto que Noruega es muy turística, pero gracias a su escasa población, a que en esas fechas el turismo local se había frenado por el inicio de las clases, y a que el grueso de la gente que viene lo hace en cruceros, a finales de Agosto estábamos más que tranquilos.

24 de Agosto: Lom – Andalsnes.

Cuando te levantas y lo primero que ves al echar a andar es algo así… qué queréis que os diga. Dan ganas de quedarse y no volver…

El listón no paraba de subir a medida que nosotros lo hacíamos atravesando el país. No dudo que las Lofoten y la fotito en el hito de cabo norte sean lo más de lo más, pero esta zona de Noruega se merece más tiempo, mucho más del que le estábamos dedicando. Y la etapa del 24 iba a romper todos los moldes.

Si bien bajábamos ya de una zona de glaciares impresionantes, lo que vendría después nos haría sentirnos pequeños, insignificantes ante el espectáculo de la naturaleza. Pero vamos por partes. Después del desayuno con vistas, llegábamos a la columna de Saga, un monumento en el que se cuenta la historia de Noruega.

De allí terminábamos la bajada en Lom, donde destaca su imponente iglesia de madera y sobre todo que es punto de partida de diversas actividades en el medio, como se puede ver tanto en el ambiente como en las sucesivas indicaciones por doquier. Pero lo que más nos llamó la atención una vez más fue la fuerza del agua durante aquellos días lluviosos.

La carretera 15, desde Lom, hace marcadamente Oeste. Avanzados unos kilómetros, en Grotli, tomamos un desvío para recorrer la ruta panorámica Gamle Strynefjellet, una carretera de grava excavada en la roca que si destaca por algo es por el entorno en el que se desarrolla en su trascurrir hacia la cascada Videfossen. Los lagos glaciares en este punto, son verdaderos espejos que reflejan todo lo de alrededor, creando un escenario mágico que te corta la respiración.

Cuando ya nos saciamos de contemplar el entorno, emprendimos la baja de aquella fantasía en forma de cuenca glaciar por un valle en «u» de grandes proporciones, que nos devolvería a la «mundanal» carretera por la que íbamos.

Con esas vistas decidimos parar a comer. Ahora tocaba caer en el fiordo Geiranger, no sin antes asomarnos al mirador Flydalsjuvet, desde donde a veces se muestran fotos turísticas con un crucero incrustado en el pueblo que da nombre al fiordo.

Si te fijas bien, en la primera foto de esta tanda de tres, verás al fondo del fiordo a la derecha una carretera en zig zag. Efectivamente, cuando la vi en directo pensé «seguro que es por allí», y poco me equivocaba. Ella nos elevaría a otra zona de montaña preciosa por la que dimos un paseo descubriendo ese bonito puente de piedra, y por la que seguimos nuestra ruta tras bajar y cruzar en ferry en Eisdal, en dirección a la famosa carretera del Troll, que se convertiría en el postre del día más completo del viaje.

Una secuencia de horquillas que recuerda a nuestras rutas por los Alpes de otros años en moto. Aderezada, cómo no, por una caída de agua de cientos de metros de altura. Abajo, miradores y más miradores, y en uno de ellos esta famosa señal, decorada por la estupidez humana.

Andalsnes no tiene ningún encanto, pero nos serviría para hacer noche por su situación estratégica. estábamos tan cansados, que tras encontrar sitio en un muelle tranquilo, no quisimos ni salir a dar una vuelta. Así que nos quedamos en la casita rodante recordando las imágenes que el día nos había dejado en la retina, mientras cenábamos hamburguesas de salmón noruego.

25 de Agosto. Andalsnes – Inerdalen

La alarma sonaba todos los días a las 7:00. Y la mayoría de las veces nos despertábamos incluso antes, porque las ganas de seguir viendo Noruega nos podían. El 26 salimos pronto de Andalsnes porque teníamos 230 kilómetros por delante con unos cuantos platos fuertes. El primer tramo hasta el ferry de Afarnes se nos hizo incluso corto, y pronto nos encontrábamos en la orilla de enfrente.

Antes de llegar a la carretera Atlántica teníamos programada ua parada para ver las playas del Norte, pues en la guía nos comentaban que eran de arena, parecidas a las que se ven por algunos sitios del norte de Escocia. Y lo cierto es que en este mismo blog tenemos fotos muy parecidas del año pasado:

Tras corretear por la arena (unos más que otros) nos dispusimos a atravesar la que catalogan la carretera más bella del mundo. Y lo cierto es que no decepciona; eso sí, el tramo fotogénico es corto, merece la pena parar porque si no la dejas atrás en 10 minutos. Nosotros lo hicimos para echar el anzuelo, con la misma suerte que siempre. Este es deporte para jubilados…

Lo más destacable son los puentes que se van adaptando a la orografía, y sobre todo los paisajes que puedes ver desde ellos cuando miras al norte.

Seguimos nuestra ruta hasta Kristiandsund, esta vez con «U», recomendados por el mercado de pescado, pero resultó ser una ciudad bastante más bonita de lo que imaginábamos.

Nosotros aparcamos cerca del antiguo astillero, donde hay algunos sitios gratis, y desde allí recorrimos el camino paralelos al mar, salvo a la altura de puerto de ferrys, que está acotada. Luego nos comimos un Fish & Chips disfrutando de las vistas del puerto desde un banco, ya que era lo más recomendado por la zona, en un local de comida para llevar que hay en el centro. Y el que probamos una curiosa gaseosa de pera. Luego, dimos la vuelta a la bahía para ver el casco antiguo (iglesia y poco más, ya que el pueblo fue destruido en la segunda Guerra mundial y no quedan muchos vestigios del pasado) y para comprar pescado fresco en la pescadería recomendada (la del lugar, no la que hay en el paso dedicada con «cariño» a los turistas). Escogimos un bacalao delicioso y una tortitas de pescado planas que nos supieron a gloria.

Después de aprovisionarnos, dejamos de hacer Norte por primera vez en las etapas del viaje, y emprendimos el «regreso» escalonadamente, en un primer término atravesando el fiordo Frei por un túnel bajo el agua. Finalmente, una tiradita de carretera por las orillas del fiordo Tingvoll nos llevaría a nuestro destino. Y es que leyendo la completísima página de Visitnorway me llamó la atención ver que recomendaban la visita del que decían era el valle más hermoso de Noruega, cosa que a poca gente parece llamarle la atención en un lugar en el que lo típico son los fiordos, por lo que decidimos ir a averiguar con nuestras experiencias más de montaña qué tal era.

La opción seleccionada era la de estacionar en un curioso aparcamiento que hay donde acaba el asfalto y cortan con barrera el acceso. Allí hay una máquina a modo de parquímetro en la que pagas por los días que vas a estar en la montaña, pues el punto de partida de excursiones largas. Llegamos a la zona con las últimas luces (esas que duran un par de horas) y dimos un paseo de aproximación al valle.

No podían faltar el río, las cascadas, el glaciar, los puentes, las cabañas de madera… Y siguiendo con los automatismos y la fe en las buenas intenciones del prójimo, una kiosco con una gama bastante curiosa de artículos en el que cogías lo que querías y lo pagabas con un datáfono, sin ningún tipo de personal al cargo. Igualito que en España.

26 de Agosto. Innerdalen – Parque Nacional de Rondane

Aunque el plan inicial era pasar dos noches en Innerdalen, el pronóstico volvía a predecir una tarde extremadamente lluviosa, así que dedicamos al valle la mañana, eso sí, intensivamente. Para ver el pateo, haz clic en la entrada Innerdalen.

Llegamos a la furgo temprano para comer, de modo que decidimos hacer un poco de camino para buscar dónde hacerlo con unas vistas que no nos deprimiesen después de lo que habíamos visto esa mañana. Y acabamos en un curioso astillero al que la gente iba a hacerse fotos, porque el reflejo de sus naves de madera en el agua (agua, siempre gua…) era bastante pintoresco.

Y qué íbamos a hacer con los días ganados? Pues la cabra estaba embalada, ansiosa de más y más pateos, así que tiró para el monte. Nos pillaba de camino hacia Suecia, el Parque Nacional de Rondane. Y allí que subimos.

Se trata de una potente zona montañosa, en la que el paisaje cambia bastante respecto a Innerdalen, ya que el suelo es una mezcla entre caliza, tierra de sustrato y borreguiles, y las elevaciones son bastante más redondeadas, aunque igualmente desprovistas de vegetación por ser lo suficientemente altas para que en términos noruegos se consideren «alta montaña».

Llegamos al atardecer tras conducir un par de horas bajo lluvia intensa, los pronósticos no fallaron en ese sentido, y dimos una vuelta por un paisaje verdaderamente … cómo llamarlo ya… no se, vosotros mismos.

27 de Agosto. Rondane – Suecia

Una vez más, nos levantamos con ganas de pateo. La adrenalina se había desatado y ya no teníamos fin. Menos mal que la perra nos seguía y nos nos había mandado aun a la porra, como hizo años atrás en Pirineos. Y que se había levantado contenta, más que nada porque sabía que había ovejas durmiendo muy cerca de la furgo. Así que todos a la una, y aprovechando uno de los pocos descuidos de la lluvia, salimos a explorar el entorno. Sigue este enlace para ver la excursión del día.

Tras bajar de Rondane, toda la lluvia que nos había respetado (quizás por la altitud) se decidió a caer, haciendo el viaje menos ameno. De modo que seguimos la E 6 haciendo sur hasta entrar en Suecia, buscando un sitio sin desviarnos de la ruta para pasar la noche.

Una vez que habíamos salido de ese país espectacular que es Noruega, nos quedaba hacer Sur hasta llegar a casa. Pero, dentro de que la prioridad de las vacaciones había sido dejar el mayor número posible de jornadas para Noruega, planificamos la bajada en más etapas para aprovechas y ver algunas ciudades a nuestro paso, más si cabe, con el día ganado.

Pero de esos destinos daré cuenta en entradas sucesivas, ya que entre cada uno de ellos no hubo mucho más que contar. Os animo a pinchar en ellas, pues no dejan de ser lugares maravillosos que quizás conozcáis, o conoceréis en breve. Las paradas fueron Copenhague, Northeim, Friburgo, Bellac y Lerma, ya en España.

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Un comentario en “Noruega 2023. II Parte.

  1. Como he disfrutado de tu viaje recordando las míos por ese país, yo el primer año fui en Julio y salvo durante 10 días el tiempo fue malísimo, mi siguiente viaje cuatro años después fuimos finales de Mayo y Junio, ahí fue todo lo contrario buen tiempo y disfrutamos de una burrada de nieve y lagos helados, recuerdo que pasamos con la autocaravana al lado de una pared de nieve que la superaba en altura y los lagos la mayoría hielo aún muy grueso.

    Noruega enamora.

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