Descubridores

De repente abres los ojos y ves los suyos también abiertos, como platos, gritando ¡Oued, Oued! antes de esbozar una sonrisa y devolverte la mirada, cómplice, mientras suelta el botón de la emisora y se prepara para el próximo salto. Ahí está, después de tantos años, abierto a un mundo nuevo, viviendo lo que tú ya antes has vivido, descubriendo por qué año tras año bajamos al mismo punto de encuentro. Tomando el relevo. Y cuando te quieres dar cuenta ya está envenenado, y no va a tardar ni un día en suspirar «¿Por qué se ha acabado el viaje a Marruecos?», mirando un lugar vacío de la pared de su cuarto al arroparlo , quizás intentando divisar otro horizonte en la arena, otro atardecer en las dunas, otro instante mágico en el que todo el grupo se mueve al unísono participando de la misma aventura. Al regreso, cualquier momento es bueno, cualquier recuerdo es excusa para sacar la sonrisa pensativa y evocar la memoria, nostálgica, de tantos retales vividos.

Este año Marruecos ha sido diferente por los nuevos descubridores en el equipo, con cuyos ojos hemos visto muchos de los sitios conocidos, con la misma ilusión con la que vives la noche de Reyes Magos. Pero además, ha sido diferente porque hemos sabido escudriñar rincones desconocidos en mitad de las paradas típicas de los viajeros, que están ahí esperando a que los que tienen sed de descubridores sepan hallarlos. Si quieres conocerlos,  estate atento… y te los contaré.

Portada

26 de Diciembre:

Como casi todos los años, la salida se había complicado por motivos varios. Ana estaba en una reunión de trabajo en Sevilla. Yo debía dejar a la peluda de casa con sus «primos» y Arturo estaba esperando el momento en que lo recogiese una vez cargado todo el equipaje. De esta forma salíamos los dos tranquilamente rumbo a Tarifa, donde nos encontraríamos con nuestra chica y además con Jorge, Vane y sus peques. Para cruzar en el barco de las 6 de la tarde a Tánger. J. Carlos cruzaría con su familia a la mañana siguiente. Y el resto del grupo haría lo propio por Almería, para encontrarnos el día 27. Salvo Carles y Urmila, que partirían la bajada para suavizársela a Andreu, apareciendo el 28. Sí, un jaleo. Al final, viajábamos 2 Land Cruiser, Un Sorento, y 5 Subaru Forester.

Antes de llegar al vértice sur de Europa, paré en un mirador para que Arturo viese lo cerca que estábamos de África. Me confesó que estaba nervioso, y yo también, por qué no decirlo, esperaba de corazón que tanta expectativa creada desde que hacía meses empezamos a planificar el viaje con él, no se desinflase por ningún motivo.

En seguida nos encontrábamos con Jorge en la cola de embarque del pequeño puerto de Tarifa, pero además, sorpresa, nos veíamos allí con David, Sole y su grupo de caravanas. Aquello ya sí olía a aventura, y los peques, que son amigos desde hace años, se empezaron a mover como pez en el agua en el grupo de adultos, alucinando con la preparación de los Toyota de unos portugueses. La cola se movía, y avisaba a Ana de que la esperaría Vane con su billete, ya que el grupo de coches se veía forzado a entrar. Así nos colamos en la boca del barco ante la mirada atenta de mi pequeño explorador, y subíamos al salón de popa a reunirnos con las chicas. El grupo del 26 estaba al completo. Trámite del pasaporte, y a cubierta a ver el desembarque:

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En Tánger nos esperaba lo de siempre: Cambiar dinero, una cena sin riesgos gastronómicos para los estómagos nóveles en estas latitudes, un paseo por la vieja medina, y el Hostal las Fuentes, básico y un poco caro, pero limpio y muy bien ubicado.

Ya estábamos en Marruecos, y haber cruzado entre amigos había sido una garantía para que nuestro pequeño viajero se sintiera como en un viaje más de los que ya lleva en su cuaderno de bitácora.

27 de Diciembre.

Tánger se estaba despertando cuando nosotros ya desayunábamos. Arturo descubría los Gaif y se convertía rápidamente en otro de sus fans.

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El plan era bajar nosotros hasta Meknes, con J Carlos, ciudad imperial que aun no conocía Ana, y Jorge hasta Errachidia. De camino visitaríamos Volúbilis, importante enclave romano en el Norte de África.

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Imaginamos entre piedras cómo tuvo que ser la vida allí hace 2000 años. El estado de conservación es magnífico, y han añadido un centro de interpretación que no estaba cuando la visité hace años. Comimos en la sombra de unos árboles y seguimos hasta Meknes, donde nos esperaba la Puerta Bab El Mansour y el Riad Hiba, con su amable dueño. Antes de irnos a la cama, disfrutamos de unas pizzas, que también las hacen muy ricas en Marruecos, junto a nuestros nuevos compañeros de viaje: J Carlos, Mercedes, Delia y Gavi.

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28 de Diciembre:

Siguiendo la tónica desgarbada de este viaje, J Carlos y nosotros salíamos en tiempos diferentes hacia el Sur, y mientras ellos disfrutaban un poco más de Meknes y el recorrido de bajada, los de mi coche madrugábamos bastante con el objetivo de salir al encuentro de Jorge al sur de Errachidia, donde ellos nos esperaban explorando una Kasbah abandonada. Y se dio tan bien la bajada que afrontábamos con garantías de luz el recorrido de la pista del Dakar que llevaba años sin hacer. Al grupo se añadían Felipe y Jose, dos nuevas adquisiciones que Jorge había conocido en el riad donde durmieron.

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Curiosos puestos de adornos de la zona, en plan autoservicio

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La famosa lápida Citroen

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Grieta «por la que se está rajando el mundo»

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Arena a la vista!

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Oasis Saf Saf, como alternativa al otro oasis en el que paramos hace años en el mismo recorrido. Este es más interesante, aparte de que es una gozada verlo con agua, e incluso una pequeña cascada.

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Como estaba atardeciendo, y queríamos llegar a Merzouga con las últimas luces, dimos el último estirón hasta la Maison Adrar, un alojamiento con la ventaja de poder ir andando a la zona comercial del pueblo, aunque a diferencia de donde hemos parado otras veces, no está a pie de dunas. Eso sí, muy bien mantenido, casi todo nuevo, y con un personal tan amable que repetiremos, seguro. Ya solo quedaba la ducha de rigor, y esperar a que fuesen llegando poco a poco el resto de componentes, para fundirnos en un fuerte abrazo lleno de las expectativas y las ganas de pasarlo bien que nos rebosaba a todos.

29 de Diciembre: Arena.

Era el día de ver el desierto, en coche, andando e incluso en camello, paseo que en todos estos años no me había animado a hacer… es el tipo de cosas a las que te aventuras cuando vas al desierto con niños. Para evitar atascos en el recorrido en los coches, hicimos dos grupos, cada uno con su guía, pues cuando vas con alguien que conoce el terreno te das cuenta de que de repente, en los mismo sitios en los que otras veces has sudado, ahora todo parece tan sencillo como andar por pistas en España. Y así fuimos a deleitarnos con los paisajes que solo en un sitio así puedes ver, hasta llegar al punto de reunión para la hora de comer.

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En mi grupo coincidieron Jorge, Borja, Jairo con sus respectivas familias, y Jose y Felipe, que se habían unido al convoy.

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El Oasis de Oubira, así como todos los campamentos de dunas que conocemos dentro de Erg Chebbi, han dejado de utilizarse de manera permanente como tales, de modo que ya solo pueden atendernos en ellos para comer, tomar un té… pero no para dormir.

En esta ocasión comimos de nuestros víveres y tomamos un té con ellos. Cuando estábamos terminando llegaron Carles, Urmila y Andreu hasta nuestra posición para unirse al grupo, y desde ese momento tendríamos un pequeño aventurero que iría pasando de manos en cada parada haciendo las delicias de los mayores con sus gestos de asombro y su simpatía.

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Acudir a una duna en camello para ver una puesta de sol desde arriba es algo que no solo encandiló a los peques.

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Tras las fotos, volvimos hasta los coches de nuevo en los camellos, y de ahí a Merzouga, para terminar la tarde entre el pueblo y el hotel. Esa noche sí cenamos todos de menú, la verdad, muy rico. Lo bueno era que allí te encontrabas como en casa, nunca mejor dicho, ya que los platos, cubiertos, y fogones estaban a disposición de todos, de manera que si por ejemplo, no querías dar comida marroquí a tu peque por el tema de las especias, podías cocinarte tú mismo allí lo que quisieras.

Eso había propiciado que hasta ese hotel llegasen algunos personajes curiosos, como un uruguayo que andaba dando la vuelta al mundo en plan very low cost y había decidido plantar allí su tienda de campaña y subsistir haciendo uso de la cocina con sus 4 enseres. Todos los días nos contaba el frío que había pasado esa noche, al parecer porque se equivocó de temperatura de saco en Decathlon…

 

30 de Diciembre

Se  llama Abdul. Y vive en Merdane. Está bien escrito, sí. Podéis buscarlo en Google Maps, allí está ya todo, aunque parezca increíble. De hecho, muchos de los que me leéis habréis pasado por Merdane sin saberlo. Yo mismo tengo desde hace más de 10 años un waypoint con ese nombre, al este de Erg Chebbi, de esos que pongo para saber que he estado alguna vez en algún sitio, pero que ahora me doy cuenta de que es una marca banal, porque realmente no estás de verdad en un lugar hasta que no echas pie a tierra, entras en contacto con él, hablas con quien hay allí, respiras su aire, escuchas su ruido o su silencio, y te llevas al menos un recuerdo. No un mísero waypoint.

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En Merdane hay media docena de casas. Son de adobe y cañas, y su construcción requiere de un mantenimiento permanente. No obedecen a ningún plan urbanístico. Está al Este del Erg, donde no hay pueblos, porque es la parte más inaccesible. Para llegar allí, o rodeas todo Erg Chebbi, o lo atraviesas. Eso implica que ya el 99% de los coches que vemos por las calles, no tendría garantía de éxito de llegar. Y si metemos en la ecuación el factor piloto habrá que añadir varios ceros. Hay algún pozo. un puñado de acacias. Desierto. Está cerca ya de Argelia, al otro lado del Erg, de espaldas a Marruecos. Me río yo de los pueblos abandonados de España…

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Ah, y una placa solar, en la que tiene algo que ver mi buen amigo Luís Granda. Pero por encima de todo eso, hay personas. Allí vive gente. Entre ellos Abdul.

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Abdul tiene 29 años. Se ha criado en el desierto. Conoce Erg Chebbi y sus alrededores como la palma de su mano. Bien lo saben los amigos del Desierto de Los Niños o muchos otros que recurren a él cuando quieren un sabio de las dunas. Nosotros lo hemos conocido después de muchos intentos infructuosos de encontrar a alguien que además de conocer el desierto, supiese con quién se mete en él y fuese capaz de entender qué quiere encontrar dentro. Y este año, habíamos decidido que queríamos encontrar aquellos rincones a los que no va nadie, y que permanecen allí impertérritos, ignorados, observando a la gente pasar sin ser alterados. Porque o encontrábamos esos lugares, o Erg Chebbi se habría acabado para nosotros, al carecer de secretos con los que sorprendernos. No te pegas 3 días de viaje para ver lo mismo una y otra vez. Así que, habíamos quedado en «pasar a recoger» a Abdul por su casa, la mañana del día 30. Mientras el resto del grupo hacía el Geocaching, con el que les enseñábamos aquellos lugares del desierto que sí conocíamos ya.

Para llegar a Merdane desde Merzouga, atravesamos por la misma pista de arena por la que habíamos ido el día anterior con los camellos, dirección Este. Esa pista salía casi directamente a nuestro destino. Allí nos encontrábamos con la familia de Abdul, que como si nos conociese, nos ofrecía pizza beréber y los objetos que tenían para vender a los turistas perdidos que acababan por allí en su TT.

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Y tras el encuentro con su mundo, se subió en mi coche y salimos Jairo, Jorge y yo con nuestras tropas en busca de esos puntos que guardaré como oro en paño y que nos han permitido ver que allí aun quedan cosas por ver, escondidas, pero fantásticas.

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En el último punto del recorrido, el controvertido paso que resultó no llamarse «del escorpión». empezamos a encontrar a los últimos rezagados del geocaching, aprovechando nuestra llegada para atrancarse unas cuantas veces antes de la parada en Khamilia para comer como reyes. Allí nos esperaba Moha, un maestro emprendedor con muchos proyectos en mente que nos recuerda de una vez para otra a pesar de los años y el montón de gente que pasa por el poblado negro.

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Moha me puso en contacto con uno de los maestros de la escuela pública del pueblo para llevar a cabo una actividad que conectase a sus alumnos, con los compañeros de colegio de Arturo. Se trataba de emplear el lenguaje visual para que niños de culturas tan dispares, con idiomas diferentes, se transmitiesen mensajes acerca de cómo era su vida, su cole, su casa, sus aficiones o sus sueños. Y salió bien. Allí nos esperaban con unos cuantos dibujos y muchas ganas de charlar sobre la docencia de ambos países.

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Una vez terminada la jornada, reunimos a Abdul con David, para que siguiesen con sus proyectos comunes, y regresamos a Merzouga a darnos una vuelta por sus tiendas y aprovisionarnos para las siguientes etapas, en las que no volveríamos a ver pueblos «con tiendas» en unos días…

31 de Diciembre:

2019 llegaba a su fin. Por delante, dos caminos: Llegar hasta Ouzina por la carretera de Taouz, y luego por la concurrida pista que hace Oeste, o … aventura. Las mismas opciones que grupos hicimos por prudencia, ante la posibilidad de que el track que había hecho a partir de uno rescatado en Wikilog no tuviera salida. O simplemente fuese inaccesible a suvs… En todos estos viajes hay mucho trabajo de escritorio, de descargar ortofotos, comprobar tracks sobre ellos, rehacerlos (porque en el predesierto se dan muchas vueltas buscando camino y luego eso se sube también a la red), compartir archivos, ver ideas… y Jorge, que es un liante y sabe que me gusta, va tentando… hasta que salen estas cosas. Como aliciente, la idea de comer en una curiosa formación volcánica parecida a un circo glaciar. La referencia, hacer Oeste en Merzouga por la pista que va hasta algunas de las aldeas que allí quedan al margen del movimiento turístico del Erg Chebbi, y en las que hemos estado alguna vez del pasado, para luego enlazar buscando las pistas de las minas de fosfatos que tanto dinero dan al régimen alaouí. Y con esos ingredientes, desayunamos, nos despedimos del Adrar hasta la próxima y salimos escalonados según la exigencia del trazado. Toni, J Carlos y Santi seguirían la pista de Taouz, ya que no la conocían y hay que verla, pasando por los curiosos grabados que hay al norte de esta población. Y el resto, salíamos a ver qué encontrábamos, desde la altura de la Afriquiya de Merzouga.

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Al principio pista fácil, rebaños de camellos (cada vez veo más), y luego trazados de predesierto de todo tipo, subiendo y bajando collados, algunos con dificultad técnica que nos hizo acordarnos de los compañeros que transitaban en paralelo al sur, pero en cualquier caso paisajes espectaculares que como solía pasar nos recordaban que en Marruecos, tirarse a la aventura, casi siempre es un acierto.

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Antes de llegar al Albergue Itrane Sahara, cambiábamos el terreno pedregoso por arena. Y como no íbamos a ir bajando y subiendo presiones por lo cambiante del suelo, tocada tirar de «manos» para no ir enganchándose a cada momento. Al ser una zona un poco más transitada por la cercanía de dicho albergue, al que el «público» subía desde la pista del sur, había roderas por doquier que nos despistaban y nos hacían dejar y cruzar el track con frecuencoa, track que por cierto, a tramos no existía. Pero navengando a»a brújula» fuimos capaces de atravesar la zona arenosa y llegar a las inmediaciones del albergue. Una zona, de verdad, preciosa. Aunque muy lejos de todo. Allí veíamos un grupo de TT descansando, y un un perro más o menos bien cuidado que salió a recibirnos.

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Ahora ya sí, enlazábamos con las pistas de las minas de fosfatos, que nos llevarían a la zona volcánica, donde planificamos la parada a comer, aunque no pudo ser en el circo, ya que el acceso era imposible. Pero bueno, donde se pongan unas viandas de picnick compartido y unas risas entre sol y sombra (hacía fresco), que se quite el cansancio del camino.

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Estábamos al norte de las montañas negras que hacen de telón de fondo al desierto de Oubira, y que tantas veces hemos fotografiado en el pasado. Conocer «qué había entre bastidores», detrás de ese escenario tan trillado, era algo casi necesario. Al fin y al cabo, era el hilo conductivo de este viaje, descubrir cosas cerca de los sitios que tanto conocíamos. Exprimirlos. Pero ahora tocaba rodear al sur para llegar a Ouzina, nuestra meta del día. Lo bueno es que no fue difícil seguir paralelos entre pistas de minas, hasta encontrar el aso, también un poco arenoso, que salía al Albergue Ouzina TGM, conocido de otros años y al que no hemos podido ir por haber perdido el contacto con los amigos de allí. Luego, pista hasta el Porte du Sáhara. De camino encontramos al resto del grupo, tomando café bajo una acacia, que ya había tomado posiciones en el albergue. Echamos un rato con ellos y de allí y a descansar, deleitándonos con las hospitalidad de Musta. Te de bienvenida, como es rigor, frutos secos, pastas… Los peques aprovecharon para echar un partido de fúlbol con niños de Ouzina que solían acercarse por las tardes a ver quién llegaba hasta el albergue, que es el más próximo al pueblo, y nos reímos con ellos al presentarnos, ante el hecho de que todos los chicos se llamaban Mohamed.

Era nochevieja, y aún quedaba lo mejor. Hasta el Porte llegaban un grupo de amigos de Faceboook, capitaneados por Mamen África Portillo, de modo que en la cena llenamos el salón hasta la última silla entre unos y otros. Asistimos a la preparación de un par de chotos al horno, muy ceremonial todo, y degustamos todo lo que nos pusieron sin rechistar. Como colofón, las campanadas improvisadas por Jairo (muchas risas) y un castillo de fuegos artificiales que tuvieron que dar algún que otro susto en las garitas del país vecino… AL final de todo, nos retiramos a descansar con el convencimiento de que poco más se podía haber pedido aun día tan completo.

1 de Enero

 

 

 

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