Carcasonne

17 de Agosto: Teruel-Carcasonne

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Como teníamos una buena tirada hasta Carcasonne, nos levantamos al amanecer, y fuimos directos a a la Plaza del Torico a desayunar en una panadería que ya conocíamos en los soportales. Y como ya íbamos de romanos, desde allí a la moto. La salida de Teruel fue un poco accidentada: se nos olvidó atar la mochila del saco de Ana en la parrilla de la moto, y aguantó sin caerse un kilómetro escaso… pero lo malo fue que al parar bruscamente y girarnos alertados por el claxon del coche de detrás, la moto se nos cayó al suelo. Así empezábamos la ruta con el intermitente delantero derecho sin cristal… cosa que poco más adelante solventamos con celofán.

Lo cierto es que con la kilometrada y con las ganas de llegar pronto a la ciudad francesa, no hicimos apenas fotos del trayecto. Paramos en Andorra a comer, y nos pasamos por varias tiendas de accesorios de moto para buscar la dichosa pantallita trasparente, pero no hubo suerte, y sí mucha pérdida de tiempo en los atascos que se forman en esa ciudad, así que en lo sucesivo intentaremos evitarla para cruzar a Francia. Al menos, la comida bastante bien.

Llegamos a Carcasonne a la hora de la merienda, pero el camping municipal «La Cité» estaba lleno, de modo que seguimos hasta el siguiente, a L´Ombre des Micocouliers, donde sí había bastante sitio. Eso sí, del fresquito que esperábamos al norte de España, ni rastro por ninguna parte, así que decidimos directamente darnos un baño en la piscina y así salir de turismo repuestos de la paliza en moto.

Carcasonne es una parada obligada si se pasa cerca. Ya sabemos de la capacidad de los franceses para respetar y cuidar lo antiguo, pero en esta ciudad se llevan la palma. Es sorprendente el tamaño del recinto amurallado, y lo bien conservado que está todo. Las fotos no hacen justicia porque la cámara murió ese mismo día y a partir de ahí tuvimos que funcionar a base de móvil… una pena. Al menos el de Ana las hace bastante decentes. Un sitio al que regresar! Eso sí, tanta belleza tiene su precio, y en verano, está a tope de turismo. Aun así, el paseo al atardecer por sus calles empedradas es un placer que no debemos perdernos, así como cenar en una de las numerosas terrazas que hay repartidas por el interior del recinto.

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