El desierto en Invierno

1 de Enero de 2016

Tengo que reconocer que este año he bajado a Marruecos casi arrastrado, cansado por los acontecimientos del 2015. Pero da igual cuál sea el estado de ánimo. No importa qué nos preocupe o cuán apagados estemos. Al llegar a Tarifa, el aire del estrecho ya nos abofetea despertándonos del letargo en que nos encontremos. Al navegar cruzando el charco ya notamos una vibración que va sacudiendo todos los males, para desprenderlos y dejarlos allí, en el mismo barco, porque al pasar la aduana, ese paréntesis variable en el tiempo que nos termina de liberar, notamos que ya no queda nada que nos impida disfrutar de nuestro viaje. Estamos en Tánger. Vuelvo a bajar al Moro, por enésima vez, y además, con proa al Sur.

Pero este primer día era el del trayecto robado a la agenda, para dormir ya en suelo musulmán, y había sido un poco optimista fijando la meta en Meknes. Íbamos, por lo tanto, concienciados de que llegaríamos de noche. Lo primero que percibimos fue que ese mes de Enero, no había apenas turismo occidental en Marruecos. La barbarie terrorista estaba consiguiendo parcialmente sus objetivos de espantar a los visitantes del mundo árabe, pero también estaba consiguiendo que aquellos que viven del turismo se desvinculen afortunadamente de ellos, pues sufren en primera persona las consecuencias de que fuésemos pocos los que bajamos sabedores de que aquello es tan seguro o más que nuestras casas. La ignorancia, pues, se había impuesto dejándonos Marruecos “para nosotros solos”. Había hecho reservas no obstante, a pesar de que en muchos sitios éramos los únicos turistas presentes, y nuestro destino en la ciudad imperial era el Riad Hiba, ya conocido de otros años.

El viaje, desde España fue un ejemplo de sincronía. Hasta al salirnos al paso en la autovía de Málaga, casi nos la damos en la incorporación del aeropuerto viniendo unos de Baeza y otro de Granada. Supongo que desde las viseras de sus cascos, menos acostumbradas al tráfico marroquí, vivieron la experiencia de bajar desde Tánger hasta Meknes con más intensidad de que yo. Pero en general fue un trayecto sin incidencias y relativamente tranquilo. Tramo de autopista hasta Larache para luego desviarnos hacia Ksar el Kbir por la nacional que nos llevaría de una manera más directa pero no necesariamente más rápida hasta el destino. Recuerdo que nos cruzamos varias veces con trenes, y que el asfalto no daba para muchas alegrías ya en esta primera etapa, pero a pesar de algún error de orientación ya en Meknes llegamos a buena hora para despojarnos de las protecciones y bajar a olismear y cenar por la ciudad. El riad, perfecto, tutelado esta vez directamente por su dueño, aquejado de la mala gestión de los encargados pasados. Y fue él quien nos recomendó cenar en una pizzería que había al principio de la calle en la que por cuatro duros nos saciamos con nuestra primera dosis de sabores exóticos. Bajamos un poco lo comido con un paseo por las calles ya vaciándose de gente, y os fuimos a descansar a sabiendas de que la siguiente etapa depararía tantas experiencias como kilómetros…

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2 De Enero de 2016

El amanecer en el Riad fue un regalo para los sentidos. Lo primero fue subir a la terraza, donde tomaríamos el desayuno, comprobando que no haría nada de frío por la mañana a pesar de ser enero y estar al descubierto. Seguía el clima soleado, por lo que no parecía haber riesgo de mojarse en una etapa que iba a ser larga. Jose se subió el “kit de superviviencia”  y los demás nos pusimos las botas a base de té, rgaiff untados con miel, mantequilla o mermelada, zumos… quizás nos distrajimos algo más de la cuenta a la hora de salir, pero a las 9:15 estábamos ya cogiendo las monturas. El parking nocturno fue sin novedad, y la salida de la ciudad tampoco nos costó demasiado. Ahora tocaba ir enlazando carreteritas de montaña, primero más verdes y luego algo más secas, para ascender al Atlas a medida que el paisaje cambiaba hacia los grandes valles que lo caracterizan. Lo cierto es que no hay una ruta que baje directamente de Meknes al Todra, así que tracé por Kenifhra, porque me pareció la opción más corta. Tanto Midelt como Beni Mellah quedaban más alejados de la línea recta. Y tampoco quedaba tiempo para serpentear por Ain Leuh y sus bosques de cedros, o asomarse a les Gorgues de Oum Er Rabia, aparte de que aquello lo tenía reciente. No obstante, a medida que bajábamos iban surgiendo los recuerdos y anécdotas de escalas pasadas, para refrescar la memoria del “aquí estuve una vez”. El planing salió redondo hasta los lagos, a los que llegamos poco antes de la hora de comer, de manera que pudimos hacer unas fotos y dejarnos caer ya hasta Imilchil a comernos unas brasas. Me sorprendió ver que el recinto en el que hacían el mercado estaba totalmente renovado y muy cuidado. Poco a poco esas ciudades que antaño veíamos abandonadas iban evolucionando y mostrando contrastes acentuados entre lo nuevo y lo viejo.

Para las brasas nos dejamos caer “al mejor postor” que no fue otro que el que nos salió al paso. Después de regatear nos hizo un “menú extendido” con el que nadie pasó hambre, aunque nos costó unos dírhams más que el básico con el que seguro nos habríamos quedado mirando los dos pinchos huérfanos sobre el plato. No obstante, allí me pilló un poco desprevenido y creo que podríamos haberlo regateado algo mejor. Además, nos entretuvimos también más de la cuenta, y durante la hora y media de trayecto que nos restaba a las gargantas vimos atardecer, perdiéndonos las últimas luces a la llegada por unos minutos. Primero pudimos ver la puesta de sol en un collado, a buena altitud (rozamos los 2600 mt con el fresco que ello implica en la moto) y después nos dejamos caer definitivamente para penetrar en la montaña por sus grietas, ya con el sol puesto. Los últimos quince minutos fueron casi de película: Oscuridad total entre las moles de piedra que nos engullían, el tráfico local entre curvas cerradas con transeúntes de todo tipo, género y especie, y finalmente tres vadeos que seguro en otras circunstancias nos habríamos bajado a medir… pero era de noche, estábamos cansados, y en esas condiciones todo se resuelve con un poco de inercia.

Afortunadamente el wpt del hotel estaba bien marcado. Primero, porque allí hay muchos. Y segundo, porque estaba en la ladera de una de las gargantas, cien metros por encima de la carretera, y habría sido imposible verlo sin saber que “andábamos ya cerca”. Eso sí, pasamos de noche cerrada justo antes por el punto álgido de las gargantas, por lo que la mañana siguiente tocaría regresar a la preceptiva foto. Subimos las escaleras con los bultos tras hacer encaje de bolillos en una improvisada cochera, en la que, además de caber las 4 motos, debíamos dejar acceso despejado al pobre vecino que dormía en una de las puertas. Y finalmente nos instalamos arriba para asearnos y comer a lo bruto, como siempre, un Cous Cous que estaba muy bien hecho. No éramos del todo conscientes de la ventaja de viajar en meses fríos, sin riesgos de virus. Pero fue una suerte poder comer de todo (casi todos) sin miedo a nada.

Tras la cena dimos un paseo escuchando el río a nuestros pies, por una carretera que a esas horas apenas tenía tráfico, disfrutando de un cielo de estrellas realmente espectacular. Allí más de uno demostró estar enganchado al Google Sky… Y después de saciarnos, nos retiramos a descansar deseando que la siguiente etapa fuese culminada ya con luz de día, para desgracia del encargado del hotel que tendría que madrugar más de lo habitual…

 

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3 de Enero de 2016

Con el cuento aprendido de lo pronto que se nos hacía de noche en Enero, la mañana del 3 madrugamos bastante. He de reconocer que no hubo problemas en desayunar, pagar y recoger las motos a pesar de que era una hora relativamente pronta para los locales. De paso, pudimos ver lentamente el espectacular paisaje en el que estábamos embutidos, a medida que la luz iba iluminándolo. Además, íbamos a remontar un pequeño tramo de río para hacer la preceptiva foto, con luz de día.

La etapa hasta el desierto comenzaba bajando a Tingrir. La desembocadura de las gargantas del Todra nos permitía observar cómo se construye en la zona, y cómo el aprovechamiento de los materiales del terreno, además de hacer las aldeas casi miméticas, permitía que tras su abandono se fuesen “biodegradando” hasta volver a la montaña de la que salieron.

A partir de ahí, el Atlas iba quedando atrás. Rellenamos depósitos en la capital, y enfilamos hacia el Este. Para llegar a la zona de Rissani, teníamos dos opciones. La N10, más al norte, y la N12, más al sur y por lo tanto algo más llamativa a nivel de paisajes diferentes. La conexión entre ambas, por la R113, totalmente recomendable, con un par de puertos de montaña muy chulos. Luego, las hammadas, y cada vez menos densidad demográfica, lejos de los grandes valles. La parada obligada en la gran acacia que hay junto a la carretera, nos sirvió para ver que no era nada sencillo meterse en zona arenosa con estas motos para para capturar una buena instantánea. Por último, pasamos a ver la Fortaleza de La Momia, para admirar los paisajes que quedan a los pies de tan curiosa formación en herradura.

Por Rissani volvimos a pasar de largo, porque las ansias de llegar pronto y asearnos para aprovechar la tarde tranquilamente, hizo que cogiésemos la opción de comer en el destino de tantas veces, la Kasbah Erg Chebbi. Allí llegamos por asfalto hasta los 5 kilómetros de pista que lo alejan para plantarlo en la falda del erg, y emprendimos estos con la impaciencia de ver qué tal nos desenvolvíamos por aquel medio por el que pasearíamos al día siguiente. Y pronto pudimos comprobar que, sobre todo a dúo, la cosa era complicada. Carles y Urmila se caían a 200 metros de la meta, afortunadamente sin más consecuencias que un pequeño hinchazón de muñeca y una maleta un poco doblada. A los diez minutos estábamos saludando a Said, y rememorando tantas jornadas en aquellas arenas que tenían encandilados a los nuevos visitantes. Comimos una nueva versión de la tortilla bereber con una gran ensalada y quedamos más que satisfechos por 50 Dirhams.

La tarde la dedicamos a disfrutar de la arena, ver la puesta de sol, andar descalzos, y aprender a darle uso a las “herramientas del terreno” para enderezar alguna pletina que otra. Y la cena nos fue poniendo sobre aviso de que allí no íbamos a pasar hambre. Estábamos casi solos en el hotel, y parecía que sobraba comida y no querían que les caducase en las neveras.

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4 Enero 2016

Era el día de paréntesis en el viaje. Íbamos a dedicarlo a que los compañeros conocieran erg chebbi en moto. La idea era levantarnos no demasiado tarde para desayunar y, sin prisas, salir a rodar. Primero, al lago Jasmina, aunque este año estuviera seco. Y después y en función de cómo nos hubiésemos visto en pista, daríamos la vuelta al erg para comer ya a la altura de Merzouga. Al ser novatos en la arena e ir dos personas en una moto, dicha vuelta la haríamos por la cara Oeste, donde las pistas de toulé ondulé prevalecían sobre la arenosa del Dakar. Y ya tras los desayunos pude ver que los ánimos de aventura estaban divididos. Mientras alguno como Jose había que amarrarlo para que no saliese él solo a rodar, otros andaban menos convencidos tras la experiencia del día anterior.

Eso sí, la que se llevó la palma en «desgana» fue la 800GS, que apenas salir del aparcamiento bloqueó la pinza delantera negándose a avanzar. Pronto nos armamos de las herramientas que llevábamos para purgar el circuito, intentar separar las pinzas, y hasta habríamos desarmado el conjunto entero de no ser porque las bávaras tienen llaves de las que el resto no llevamos recambio, pero habíamos llegado incluso a pedir la torch a Said, que venía de Rissani. Y en un resquicio de lucided acertamos a ver que la luz de freno estaba encendida, lo cual nos llevó a la pista de la maneta, lejos de la pinza… y es que en la caída del día anterior el cubremanos se había vencido dejándola presionada. Nada que un tirón sin herramientas no solucionara, después de habernos cagado ya varias veces en la Bayeristche Motoren Werke.

En fin, con algo de retraso salimos hacia el Lago Jasmina. A la par que íbamos pillando un poco el tranquillo a la arena, siempre reconociendo que necesitaremos un maestro en ese medio para aprender a manejarlo con la moto. Allí fotos, un rato con los locales, y más pisteo, ahora en dirección Merzouga. El temor a los ríos de arena de parte de la expedición nos sacó hacia la pista de graba que viene de Erfoud. Por allí llegamos para la hora de comer a la ciudad de la arena, y dimos con un chiringuito en el que nos trataron bastante bien, no sin «pelearse» por nosotros, otra consecuencia más de la falta de turismo de esa navidad. 

Un paseo por Merzouga, que está creciendo poco a poco, y salimos hacia el poblado negro a pasar un rato con aquella gente que nos mostró además de su arte, los proyectos que un maestro con iniciativa está llevando a cabo, y que por fin salen del mero alojamiento y oferta gastronómica, para mostrar al viajero sus costumbres, su forma de cocinar, y su artesanía, de una manera interactiva y participando durante la jornada de una serie de experiencias que recomiendo vivir. 

Al atardecer pusimos rumbo a la Kasbah más que satisfechos por un día de erg sin tanta arena como los del resto de los años, eso sí, alguno con más ganas de aventura, que saciamos buscando alternativas al asfalto navegando a brújula, como tantas otras veces hemos hecho por el predesierto. A pesar de toparnos con río de arena y de cambiar dos veces de rumbo, llegamos todos a la par a la meta. La foto de llegada muestra a cinco personas saciadas, apunto de darse otro festín en la que casi es ya nuestra casa, más aun aquella noche, en la que estuvimos solos compartiendo techo con los amigos de erg chebbi. Ya no quedaban turistas, así que no me preguntéis qué comimos porque he perdido la cuenta.

 

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5 de Enero de 2016

Como pasase el día 3, en esta ocasión volveríamos a pegarnos un buen tute de kilómetros para pasar la franja centro de marruecos, en busca de los destinos del Norte, que nos permitirían estar cerca de la aduana para el tramo final del viaje. Y Fes era nuestra meta del día, a casi 500 kilómetros del Erg. Si hasta la fecha nos había hecho buen clima, la meteorología nos tenía reservado un día mucho menos estable precisamente cuando más necesitábamos bonanza para circular.

Pero eso, el Merzouga aun no se notaba. Estábamos lejos de todo, hasta de las nubes. Nos levantamos temprano y cargamos las motos para desayunar preparados para el abordaje. Y tras pagar y despedirnos de nuestros amigos con las barrigas bien llenas, enfilamos una vez más por la pista en busca del asfalto. Por la carretera a Rissani se avanza rápido. Aunque no es muy ancha, la ausencia de asfalto, sobre todo a esa hora, y las grandes rectas, hacen que no sea difícil mantener medias de 80 km/h. Y así atravesamos pronto la capital que mira al desierto, y luego Erfoud, parando solamente para el geiser que hay de camino. Allí el clima empezó a darnos un aviso. Se veían nubes a lo lejos, en las faldas de las primeras estribaciones del Atlas, y empezaba a hacer viento.

Subimos el puerto de Errachidia casi alegrándonos de ver cómo la nubosidad se había desplazado, entre tanto llegábamos, un poco hacia el Este. Es lo que tenía ver a tanta distancia. Pero de Errachidia en adelante el viento empezó a pegar fuerte. Hubo momentos de ir con las motos muy tumbadas y solo teníamos tregua cuando nos refugiábamos con la carretera en una de los profundos valles del Atlas. A Midelt llegamos ya cansados y empezando a llover, por lo que decidimos parar a comer aunque fuese aun un poco temprano. Yo andaba dándole vueltas a si atravesar por el puerto de Ifrane o dar el rodeo, y en eso degustamos las brochetas, en un garito muy concurrido en el que ya he parado un par de veces anteriormente. Pero el día se tornaba más y más gris… y estábamos aun muy lejos de Fes.

Tras comer hicimos de tripas corazón, y volvimos a las monturas para salir con los impermeables puestos desde el principio. Íbamos a subir por Ifrane, porque había parado de llover y no era plan de hacer tantos kilómetros añadidos, a pesar de que las indicaciones mandan haciendo un arco por la derecha. No era cuestión de probar y desandar, pues una vez metidos en el meollo, había 100 kms de variante, eso sí, de un pasiaje precioso. Habría estado bien pasar por los cedros temprano, con un día soleado, y parar a saludar a los macacos, pero eso ya será en otra ocasión, porque en esta lo único que paramos fue a echar gasolina para seguir, mojados, hasta el destino con la única idea de llegar pronto para secarnos, y de dar con la posición de la visera en la que menos se empañaba pero no entraba un disparate de aire gélido. Y es que bajamos casi a 3º, mientras nos llovía incesantemente casi a lo largo de todo el puerto.

Al fin comenzamos a bajar, y a enfilar la larguísima recta que desemboca en Fes. Allí salía el sol, paraba el viento, y nos dejaba como a 5 locos que salían de un autolavado montados en la moto, entre el alocado tráfico de la ciudad imperial. Como me la conozco algo mejor que Meknes, fuimos directos a la zona del riad, y tras aclararnos dónde aparcaríamos, pudimos relajarnos en el maravilloso ambiente decorado con exquisito gusto, para, a continuación, salir a degustar los exotismos que la calle nos regalaría. Y como son gente valiente, hicimos la travesía de la medina desde el extremo sur hasta Bab Boulojoud, para asomarnos a la plaza y terminar cenando en un garito un poco más auténtico que los turísticos que salían más al paso. Regreso haciendo un arco, y a descansar.

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6 de Enero de 2016

El día anterior habíamos ganado ya algo de tiempo en la agenda al hacer una primera visita por Fes. Pero no podíamos irnos sin ver el zoco de los curtidores. En el mismo riad, Hamsa se ofreció a venir con nosotros para ponernos en contacto con el dueño de una tienda de las más recomendables para asomarnos al famoso lugar. Y así fuimos con él detrás de mi moto, sin casco como es costumbre allí, rodeando la medina hasta aparcar en la misma puerta. Da lo mismo que sea Bilbao o Fes. Moverse en moto lleva premio a la hora de estacionar. 

De la tienda salió Carles con una chaqueta de cuero puesta, pero lo más destacable para mi fue ver cómo los cambios que están llevándose a cabo para la modernización del Fes antiguo han llegado hasta los mismo curtidores. Al salir, dejamos a Hamsa en una rotonda con taxis, y enlazamos hacia la carreterita elegida para ir hasta Chefchaouen, que como en otras ocasiones, era la más bonita y plagada de curvas pero no la más concurrida. Y por ella fuimos serpenteando y acercándonos hasta llegar a la ciudad azul a la hora de comer como habíamos previsto. 

Ver Chefchaouen de pasada por la tarde tiene la ventaja de que no hay que pelearse con nadie por habernos vendido el alojamiento reservado. Y en Tetouán esas cosas, por ahora, no pasan,así que creo que lo hicimos mejor que otras veces. También nos dio tiempo a tomarnos un batido de aguacate y almendras, antes de salir, para llegar al destino anocheciendo. Mis intentos de aparcar cerca fueron completamente infructuosos, y acabamos en un atasco provocado por los puestos del zoco junto a una de las puertas de la medina. Tocó regresar hasta el aparcamiento de la vez anterior, y hacer el trayecto a pie. El Dar Rehla perfecto, y desde allí a perderse por la medina, nunca mejor dicho, pues me salí de las tres o cuatro calles que recordaba y acabamos dando un rodeo, primero con un charlatán al que dimos esquinazo tras 15 minutos, y luego con otro al que no conseguimos dar esquinazo hasta que lo mandamos por fin a la mierda. ¿Propina? Propina nos tenías que dar tú a nosotros por aguantarte! Por pocas se nos queda allí para cenar… Al menos vimos las calles iluminadas de la medina, tan cuidada y distinta a la de Fes, el palacio real, la Mohamed V, el Teatro Español, la iglesia… y la salida de un partido de fútbol comarcal. 

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7 de Enero de 2016.

Era mi último día de trayecto en el viaje. Los compañeros se quedarían un día más disfrutando de la vida tetuaní, y así los dejé tras el desayuno, por lo que leeremos el final de su crónica en el foro de Triumph. Tras descender la calle de la medina y salir a la parte nueva en busca del aparcamiento, llegaron las despedidas, aun metidos en la nube en que flotas durante un viaje de este tipo. Luego, arranqué el tricilíndrico y puse rumbo a Tánger por la carretera de dos carriles, esa misma que llevo recorriendo desde los 16 años. Camiones con dudosa alineación entre sus ejes. motos con ronroneo de chiste. Controles de la gendarmerie royale. Pastores, con ovejas de un beige turbio. Puestos de cerámica. Apeaderos. Garcetas y lagunillas. Verde Rifeño, salpicado con las telas rayadas de las mujeres de la zona. Y taxis con la grafía 240D bailando en sus chapas. Todo estaba en su sitio. Todo era como siempre fue. Y yo pasaba revista cuan espectador que se siente ya parte del bullicio, porque no sabe vivir sin él.

Rota la barrera del 10, ya solo queda esperar hasta la próxima historia. Que será…

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El video:

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15 comentarios en “El desierto en Invierno

  1. Ya podíamos haber cogido esta afición hace unos años, leñe, y no ahora que no puedo permitirme mas que excursiones de domingo, porque en moto te aseguro que SI que habría bajado a Marruecos contigo.

    Moteros toda la vida y sin saber que compartíamos esa afición.

    En fín sigue contando el viaje y prodígate en las fotos, alguna de las máquinas no vendrían mal, me parece distinguir dos Tiger y puede ser una BMW F800GS y otra GS1200.

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  2. Grande! Lo pasamos genial. Hoy he terminado de reparar las maletas, así que ya estoy listo para romperlas de nuevo XD Cuándo volvemos??

    Muy bien contado 😉

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  3. Una maravilla de viaje Raúl, envidia de la sana, me alegro sobre todo de que no hayáis tenido ningún percance importante.

    A ver cuando os dejáis caer por aquí, en coche o en moto y podemos quedar para cenar o comer.

    Un abrazo para ti y dos besos, una para Arturito y otro para Ana.

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  4. 23 février 2016: C’est un super reportage, et bien entendu je reconnais beaucoup de points qui sont sur tes photographies. Pour ma part je suis et reste en admiration pour ce pays surtout quand il est pratiqué sainement et en moto. Félicitations Merci Merci Salutations amicales. Jean-François.

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  5. Lo pasé genial. Gracias por organizar una pasada de aventura. Cuenta conmigo para la próxima!! Tengo ya ganas de volver, pero esta vez, más por lo marrón ;))……total, ahora ya se que puedo cruzar la península en un día de moto, jeje
    V´sss

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