Llevábamos ya algunas rutas planificadas, y esta era una de ellas. Empezaré por el final: Cuando llegamos al punto de partida, Ana me dijo: «Raúl, esta ruta nos va a costar superarla». Y es que los 20 kms andados no nos pesaron ni lo más mínimo porque los paisajes y lo variado del terreno no dejan lugar al aburrimiento.
La tarde anterior habíamos comprado los tickets del bus que sube de Torla a la pradera de Ordesa, de manera que por la mañana solo teníamos que hacer una cola. Nos levantamos temprano y bajamos con la furgo a la parada, con la duda de qué tal iría Sialuk en los transportines de la bodega. Pero no hubo problema. Ya arriba, nos dirigimos al puente que cruza el río a la derecha en busca del inicio de la ruta.

La Senda de los Cazadores es una ruta que acumula todo el ascenso al principio. Por eso, hacerla en sentido antihorario (es circular si se baja de la cola de caballo por la orilla norte del Río Arazas) nos permite acabar con la mayor parte del esfuerzo en apenas 4 kms. Y la subida tiene lugar por un precioso hayedo, que nos amenizará con su sombra y las ventanas que nos deja ver hacia el valle. Enfrente veremos las paredes que otro día describiré en la Faja Racón.



Una vez coronada la subida, tendremos un precioso mirador a la Cascada de Cotatuero, y una vereda que nos llevará hasta la cascada de la Cola de Caballo, que no será visible hasta hacer Noreste.








Al final de la senda veremos el circo por el que cae la cascada y la subida al refugio que permite pivotar para hacer cima en Monte Perdido. La cascada mejor la veis en las fotos…

Tras una buena sesión de fotos y el tentenpié de media mañana, iniciamos el regreso por la senda fácil, la que casi todo el mundo hace de ida y vuelta, parando en los diversos miradores que hay a las cascadas que va formando el río en su discurrir:








El final de la bajada, lo realizaremos por otro precioso hayedo hasta la pradera de Ordesa, preguntándonos cómo será hacer esta excursión con nieve en sus partes altas, o en primavera con los deshielos, o en otoño con las hojas encendidas de naranja… Y desearemos quedarnos allí un año entero para comprobarlo.
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