Asturias y Cantabria 2016

Durante la primera quincena del mes de Agosto de este verano pusimos rumbo al norte sabedores de que las temperaturas allí iban a ser más llevaderas. Y así fue. El plan llevaba tiempo cociéndose: Íbamos a seleccionar varios puntos de los que recorrimos el año anterior con la moto, para adaptarlos al peque, haciendo noche solamente en dos campings y un refugio. Empezaríamos por el Este, saltando desde allí un día a Cantabria, para terminar en el Oeste. Playa, y montaña.

El primer destino elegido fue cercano a Llanes, concretamente la Playa de La Franca, cuyo camping, a escasos metros de la orilla, es un lugar magnífico para desde el cual hacer radios, ya que te permite desde acceder a la parte oriental de Picos, hasta lo planeado de saltar a Cantabria, pasando por el disfrute de estar en la playa. Y vaya playa.

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Se trata de varias calas comunicadas por grutas cuando la marea sube, y por la arena cuando esta está baja. Atención de todos modos, porque algunas se inundan por completo en pleamar.

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Además cuenta con la desembocadura de un río, que cómo no, aun en verano disponía de un buen caudal.

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Esta curiosa fortaleza no llegamos a saber qué función había tenido.

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Un curioso puente natural.

Además, el camping está muy pensado para las familias, y, junto al hecho de que nos habíamos agenciado un poco en contra de mis principios, de una tienda «de las grandes», nos permitió estar casi como en casa durante 4 noches.

El día de Cantabria estuvo bien aprovechado. Comenzamos por llegar a San Vicente de la Barquera a buena hora para desayunar, y pasar allí media mañana …

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… hasta mudarnos a Santillana del Mar donde ya conocíamos hasta dónde comer de la vez pasada.

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Después de comer seguimos haciendo Este para pasar la tarde en Cabárceno, que haría de las delicias del peque, aunque he de decir que al ser una extensión tan grande a recorrer en el coche, es preferible realizar la sin calor y con más tiempo, para que no se haga pesado el continuo subir y bajar de este de aparcamiento en aparcamiento.

Tras el plan más urbano, al día siguiente nos dedicamos a andar por la zona Este de Picos, primero ascendiendo al casetón de Andara, un refugio de montaña desde el que se nos ha abierto la posibilidad de hacer en un futuro cercano una de las integrales del parque nacional que va recorriendo los que hay allí arriba. Es una ruta sencilla, pero hay que tener un mínimo de forma para afrontarla. Y por la tarde, nos dimos un plácido paseo por el río Purón, muy recomendable y apto para todos los públicos.

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Tras un día de playa y relax, tocaba otro de los planes estrella del viaje: el Descenso del Sella en piragua, que ya muchos conocerán por la publicidad que se le da. Toda una experiencia para un niño de 6 años. Luego, algo de turismo por Cangas de Onix, tras haber recogido en el camping, ascenso a los Lagos de Covadonga a pasar la tarde y alojarnos en el refugio que hay allí, estupendamente atendido desde hace un año.

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Allí, en un clima de montaña rodeados de excursionistas, pasamos una noche diferente a lo que se estila cuando se hace turismo rural o de camping. El privilegio de amanecer en la zona, no tiene precio. Hicimos una excursión diferente a la del año pasado, más larga, un poco difícil de localizar porque tiene zonas sin apenas pisar, pero muy bonita.

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Entre vacas, caballos y cabañas de pastores en las que de buena gana me quedaba a vivir, dimos un buen pateo, con el campeón sin quejarse.

Y nuevamente partíamos para plantar la tienda en el destino que nos ocuparías las 4 últimas noches del viaje: Valle de Lago, en la zona de Pola de Somiedo. Lugar que descubrí gracias a los amigos asturianos, y a una comilona que parece que desde entonces procuro repetir con el transcurso de los años, tiene un camping de estos en los que no se señalizan las parcelas porque la falta de masificación no lo requiere. Un río para enfriar la sidra, y montaña por doquier, con la subida a los lagos de Somiedo en la misma puerta.

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Y allí pasamos 2 días completos disfrutando de lo lindo y bañándonos en circos glaciares, que se dice pronto. El siguiente y último en tierras asturianas, lo echamos en Muniellos, donde habíamos reservado varios meses antes para hacer la ruta de 20 kilómetros que atraviesa su hayedo hasta llegar a los lagos  de arriba. Espectacular. No es de extrañar que lo guarden con tanto celo.

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Así acabábamos nuestros días en el paraíso, como ellos lo llaman, llenos del verdor que nos falta en el sur y que como por arte de magia se encierra en aquellas tierras del norte de la península casi en exclusiva, como pudimos comprobar tanto al entrar como al salir. Si yo pudiera…

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