Muchos somos los que hemos rodado ya por carreteras de montaña, disfrutando de la agilidad de una trail para enlazar curvas. Casco abierto, bonitos paisajes y mucha diversión. Si, además has tenido la suerte de ir allí donde las coordenadas de nuestros carenados te mandan, habrás sentido la pasión de recorrer las faldas de las montañas que le dan nombre a nuestras monturas y a este foro. Sabréis entonces lo que es circular con la mano permenentemente levantada saludando a los compañeros que se crucen en nuestro trayecto. Así son los Alpes. Pues bien. Cuando atraviesas el Atlas también te saludan. No moteros. Los niños al pasar, hinchados de emoción sincera. Los muchachos, partícipes quizás de esa pasión que citaba, y que para ellos es como un sueño aparcado para un futuro sólo posible. Adultos admirados. Los ancianos con mirada perspicaz y en fin, todas esas gentes que componen el pueblo Beréber y que te abrazan cuando llegas a esa cordillera, que por proporciones haría palidecer a cualquiera de las europeas. Así es el Atlas. Así lo hemos vivido, y así os lo vamos a ir contando cada día, si os place. Hasta mañana, In sh´Alah.
.
.
.
.
18 de Julio de 2015
En Granada dormíamos Toni y yo, así que esta historia comienza camino de Málaga donde nos encontraríamos con el resto a excepción de David, al que veríamos ya en tierras alaouíes. Una vez en el puerto nos agrupamos para «pillar sitio» en el barco y pronto pudimos comprobar dos cosas: que a pesar de ser cambio de quincena y final de Ramadán, estábamos casi solos, y que a los moteros se nos mira con respeto y admiración en estos viajes. Alguno no éramos nuevos en estas lides y estábamos también prestos a los trámites aduaneros a bordo, por lo que el trayecto lo pasamos relajados oteando de cuando en cuando por las ventanillas en busca del continente en el que íbamos a entrar.
La aduana de Tánger es para mí la más cómoda. Es rápida y permite cambiar dinero justo al salir, aparte de que sales a una gran ciudad y eso es una ventaja. Ya han arreglado la rotonda con un paso subterráneo que te permite salir del centro rápido, y sin darnos cuenta estábamos haciendo sureste rumbo a Tetouán, por una carretera en la que se alternan dobles carriles, rotondas y algunas curvas de asfalto liso. Eso sí, con mucho tráfico local que a más de uno debió chocar por la falta de costumbre.
Tetouán no requería parada programada en esta ocasión, pero tantas sensaciones nuevas y el calor, recomendaron un lleno en la gasolinera junto a unos refrescos a precios de risa, como sería la tónica general del viaje. A partir de ahí serían los depósitos de las veteranas y los culos de todos los que recomendarían los puntos de buscar gasolinera.
Y solo quedaba llegar a Chefchaouen a esperar allí a David y descansar, pero una vez más, en la puñetera ciudad me deparaban la sorpresa de habernos vendido la reserva al mejor postor, cosa que es norma de la casa allí al parecer (van 3). Lo «bueno» es que en el mundo árabe «todos son amigos de todos allí donde viven» y en un rato nos lo habían resuelto, en un alojamiento con mejor calidad, en el que ya había dormido de rebote un amigo en otra ocasión hacía un año.
Como anécdota, recuerdo que al ser fiesta de final de Ramadám nos fue complicado localizar tarjetas de tlf y contactamos con David por mediación del dueño del primer alojamiento, pero al poco estábamos todos ya juntos disfrutando de una cena en la plaza del castillo, bajo la gran Araucaria, escuchando al almuédano y viendo pasar a los transeúntes como hacen los locales habitualmente. Estábamos ya en Marruecos, y las ánsias de aventura nos llevaron a la cama a buena hora para adentrarnos el próximo día al sur dirección Fes.
Puerto de Tarifa
Gasolinera en Tetouan
Plaza de Chefchaouen
.
.
19 de Julio de 2015
Salimos de Chefchaouen haciendo Sur con la idea de comer en Fes, ya que toda la etapa iba a ser de asfalto. Eso sí, de curvas que pronto marcarían las diferencias de ritmo entre unos y otros y que condicionarían en cierto modo el devenir del viaje. El Rif es una región muy verde que recibe a los visitantes a Marruecos cambiando la idea de África con la que llegan, aunque en verano y tras una primavera bastante seca, el paisaje mostraba más tonos de amarillo que de otra cosa. Eso sí, ríos pasamos unos cuantos, con bastante caudal, y cultivos de «otros gamas de verde» encontraríamos también unos pocos. Un poco antes de las 13 h estábamos avistando la ciudad imperial, y nos dejamos caer en ella por la fortaleza que nos la muestra a los pies, perfecta para la foto.
Fez es una vieja conocida. La ciudad, segunda en población de Marruecos detrás de Casablanca y por delante la misma capital, está dividida en medina y parte nueva. Dejando de lado la mastodóntica Fes moderna, nos encontramos con la medina más grande del norte de África. Que además, tiene el aliciente de contar con barrios que tienen más de 100 años de antigüedad. Las viviendas, como en toda medina, comenzaron a construirse de manera anárquica, pero con el devenir de los años, la diferencia entre clases ricas y menos pudientes se acrecentó, de manera que como en el mundo occidental, se fueron generando barrios con gente de mayor poder adquisitivo que, para aislarse de los otros, cortaron calles con nuevas viviendas. Si sumamos el tamaño, lo laberíntico de las calles y su escasez de conexiones al hecho de que algunas se cortan inesperadamente,tenemos como resultado una mole tan difícil de explorar… como divertida. Y eso hicimos durante nuestra tarde en Fes. No sin antes intentar comer en un sitio conocido, pero sin éxito. Al final acabamos en otro más comercial y vistoso.
Lo bueno de estas grandes ciudades es que deambulando por sus calles acabas encontrando lo que busques, sea lo que sea, y al final tuvimos jardines, madraza, actuaciones, tiendas, puestos, curtidores… Mención especial al «tío del silbato» del jardín, pero eso hay que verlo para creerlo… Del riad poco que decir más allá de que era el alojamiento «estrella» del viaje. Desde la terraza con vistas echamos de menos haber pedido allí mismo la cena… No obstante, haberlo hecho en Bab Silawan mezclados con la multitud sentados en sus gradas, quizás, fue aún más auténtico.
Fes
Madrasa Atarine
Pescadores de botellas
.
.
20 de Julio de 2015
La ruta de Fez hacia Azrou hace sur por la N8 hasta adentrarse en el bello macizo de Kandar, con alturas de 3000 metros y una estación de esquí de fondo. Pero en esta ocasión haríamos un gran rodeo en busca de otra zona, la cordillera de Tiskine, desconocida para mí. La primera parada la hicimos en Bit Tam Tam, donde el mercado local nos brindó un espectáculo de hortalizas digno de fotografiar.
La incertidumbre venía por el hecho de no saber qué sería pista y qué asfalto, aparte de que en el Earth había descubierto oteando un fuerte desprendimiento que afortunadamente estaba ya arreglado. Lo que sí pudimos ver fue un bosque de cedros que poco tiene que envidiar al más famoso de Azrou. La abundancia de asfalto, y que algunas de las pistas marcadas no eran viables por su estado de abandono, nos hizo ganar bastante tiempo en la etapa, tiempo que invertimos en llegar a los lagos del norte de Azrou pasando de largo por el Wp de comer. Allí pudimos hacer unas fotos que demuestran que a pesar de la sequía, en aquella zona hay bastante agua.
Como la batería del Pistolero estaba desfalleciendo, Jubileta y él se adelantaron a Azrou a arreglarlo mientras el resto hacíamos algunas fotos más y ya nos reunimos en la zona de braserías que hay a las afueras de la ciudad. Llevábamos ya tres días en suelo marroquí, y seguíamos comiendo aquellos platos que nos habíamos marcado como “seguros en verano”… pero el menú empezaba a repetirse. Menos mal que la carne allí es riquísima…
El camping Amazigh (hombre libre en beréber) era guiado por un hombrecillo de oscura piel curtida y sonrisa permanente, que nos instaló en unas sencillas habitaciones por una irrisoria cantidad, y allí pudimos relajarnos un poco y darle un primer limpiado a las cadenas antes de salir a ver el famoso Foret de Cedres de Azrou, el más llamativo de Marruecos. Allí pudimos regatear un poco con los locales y fotografiarnos con los macacos, además de recorrer algunas de sus pistas de tierra entre ejemplares enormes de esta especie de conífera, todo un lujo en verano para los que venimos de un país tan poco “amazigh” como España en esas lides.
Otras brasas por la misma zona, y nos fuimos a descansar con la mente puesta en la siguiente etapa.
Foret de Cedres
.
.
21 de Julio de 2015
Nos levantamos temprano en Azrou porque la ruta de este día prometía. Por un lado era la primera incursión seria en pistas prevista para el final de la etapa. Por otro comenzaba en una de las zonas más espectaculares de Marruecos, y finalmente acababa en una formación a la que le tenía ganas desde hacía tiempo, y en el primer gîte d´Etape del viaje. Además, discurriría por paisajes y altitudes muy dispares…Y no nos iba a defraudar, al menos por lo intenso.
La salida de Azrou la hicimos por una carretita en la que aun me estoy preguntando por qué no había entrado antes. A pesar de haber pasado por ese puerto e incluso de haber dormido tres ocasiones entre esta ciudad en Ifrane, nunca había cruzado ese puertecito, lleno de Cedros centenarios y con unos paisajes impresionantes. Apuntado para hacer una noche en tiendas en uno de mis futuros viajes. Bajando la zona de Ain Lehuh llegábamos a las cascadas de Oum Er Rabía, en las que estuve hace años, pero que han experimentado una mutación enorme debido al turismo, sobre todo local. La subida del río se ha salpicado de chiringuitos en los que tomarse un té sobre la alfombra y de piscinitas en las que bañarse. Precioso… mientras no pase de ahí la cosa. Hicimos un pateillo a pié y degustamos un té con rgaif que quizás nos robó demasiado tiempo para la etapa, pero en el que disfrutamos de lo lindo.
Atravesamos Khenifra sin pena ni gloria, y en vista de la hora, decidimos seguir bajando hasta hacer coincidir la hora de comer con Beni Mellah, y al decir bajando, me refiero a que fuimos perdiendo esa altitud que al principio de la etapa nos había hecho disfrutar de un fresquito que nada tenía que ver con las altas temperaturas que estaban pasando nuestros contactos en España. En la citada capital de provincia el calor nos pilló de lleno y de qué manera. Hasta allí se hizo más evidente el distinto ritmo en carretera de unos y otros, y casi nos las vemos para citarnos en el restaurante de la zona perimetral de la medina en el que decidimos comer. Pero allí nos encontramos para comer por tres duros como siempre metidos de lleno en el trasiego de la vida local del Marruecos post Ramadán. Había que revisar el tema de las comunicaciones con el móvil ya que no terminábamos de pillarle el truco a las tarifas de prepago nuevas del país.
Tras comer se juntaron calor y digestión y acabamos en una tetería con chorros de esos pulverizados intentando reaccionar ante el cambio climático de esa etapa y dar tiempo para embutirnos en la chaqueta sin morir en el intento. Así trascurrieron dos horas que preocupaban un poco a la vista de que aun quedaba 1/4 de etapa.
Cuando por fín arrancamos avanzamos para salir de la N8 en dirección Sureste hacia nuestro destino, hacia la presa de Ouidane, y en Tilougit volvimos a hacer dos grupos porque había demasiada diferencia de ritmo en zonas de curvas. Allí comenzaba el tramo de pista, y casi lo hacía de una manera preocupante ya que una fuga de agua hacía los primeros metros más similares a un pap7tatal que a una pista de graba asentada. Pero pronto mejoraba el panorama y de ahí hasta la Cathedrale, al menos en mi grupo a un ritmo divertido que solo bajó tras una caída tonta de Toni sin consecuencias. Experiencias que ayudan a conducir mejor y que no dejan huellas que lamentar, son positivas. Poco después llegábamos al Guîte regentado por una familia muy hospitalaria en donde pudimos relajarnos ya el grupo completo, ducharnos, echar un ojo en el río, y disfrutar de una paraje sin igual en el marruecos profundo. La próxima etapa iba a ser la más dura en que nos veríamos el grupo completo… y la cena que nos pusieron al fresquito del patio exterior iba a ser crucial para recuperarnos del duro día vivido.
.
.
22 de Julio de 2015
La ruta que separaba la Cathedrale de las Cascadas de Ouzoud no era larga, pero era la primera que trascurría por un buen tramo de pistas. Fue al salir de la gîte cuando percibimos realmente la belleza del entorno en el que habíamos dormido. Las fotos a la formación rocosa que daba nombre a la zona así lo demuestran. Pero tras un primer tramo, nos separamos en dos grupos de tres motos con la mala suerte de que el grupo de cola tuvo un trascurso de ruta bastante más accidentado, que recomendó retroceder en lugar de adentrarse más en el macizo y llegar al destino por asfalto, opción como es lógico mucho más rápida.
Así continuamos David, Toni y yo hasta Zouia Ahensal, donde hicimos una parada a disfrutar de las vistas y de las Kasbah con varios siglos de antigüedad. Poco más adelante comenzaba el asfalto y subidas a puertos de montaña de 3000 metros en los que nos pudimos reír de los calores pasados a la vez que contemplábamos sorprendidos rebaños de camellos “de altura”.
Pasado el mediodía llegábamos al destino, donde nos enterábamos tristemente de la caída de Carlos y de la decisión de Juan Carlos de abandonar y acompañarlo a España. Pasamos la tarde pendientes del accidentado a la par que admirando la fuerza de la naturaleza plasmada en unas enormes cascadas, que la mano del hombre está alterando para convertirlas en un macrocomplejo turístico bastante desgarbado. Mención especial al camping Zebra, donde se notaba la dirección de europeos, con cabañas, piscina, restaurante en plan haima africana, etc. Un buen sitio para hacer un paréntesis en la dinámica magrebí y relajarnos, a la vez que sopesábamos las opciones para el nuevo panorama que se nos avecinaba siendo cuatro, desde ahí en adelante, y uno de ellos sin opciones a pistas y prefiriendo dejar de lado los trazados sinuosos. Fue una de esas noches de decisiones y de estudios de logística que quien haya bajado al moro en más ocasiones conocerá de sobra, pero que no por ello dejan de medir las capacidades de las personas que se enfrentan a ellas.
.
.
23 Julio de 2015
La mañana del 23 comenzaba con la triste despedida de dos compañeros que emprendían regreso a España. Ese día dormíamos cerquita, en Marrakech, y no quisimos buscarle complicaciones añadidas a la etapa porque la ciudad imperial requería ya bastantes horas de nuestra atención. Además, volvíamos a estar en la “zona caliente” de Marruecos por altitud sobre el nivel del mar, y la ropa de pingüino se lleva muy mal con las altas temperaturas. Así que salimos tempranito, hacia nuestro primer punto de atención: La curiosa formación geológica que queda bajo la carretera a modo de puente natural en Imi n´Ifri, Demnate. La ocasión merecía una buena parada con pateo (de escaleras más que nada) y fotos, que podéis contemplar.
De ahí a Marrakech era un tironcito más que tocaba hacer juntos, porque la entrada a la capital de provincia por excelencia del Sur era complicada a nivel de tráfico. Yo siempre la comparo con Sevilla en España… A base de GPS conseguimos acercarnos lo máximo posible al alojamiento, que estaba en la zona del hospital central, pero al ser en callejuelas de un barrio, el resto había que hacerlo a pie con las maletas. Aquí debo decir que en este tipo de viaje hay que dejarse de inventos y tirar de unas buenas maletas que se pongan y se quiten en un momento, pues de lo contrario te toca montar y desmontar con un margen de 5-10 minutos sobre los demás para no hacerles esperar.
Lo perdido de los hotelitos de esos barrios y la media misma atrae a los indeseables que por sacarte unas monedas casi te obligan a que los sigas incluso a donde no quieres ir, es preferible pasar de ellos y decir que vas a casa de un amigo, para no terminar en bronca. Una vez instalados salimos a lo que tocaba: patear y patear Marrakech, siempre con la plaza de djamma el efnaa, que está declarada patrimonio por la diversidad que podemos encontrar en ella y que es difícil de describir con palabras: encantadores de serpientes y demás especies exóticas, aguadores, vendedores ambulantes de zumo, chiringuitos, pasteles, artistas de todo tipo, y cómo no, paseantes y curiosos que hacen la vista desde una de las terrazas de los alrededores todo un espectáculo. Y eso hicimos: contemplarlo junto a una de mis contactos en Marruecos que se acercó para tratar temas de los que se pueden promover en suelo marroquí.
Entre los recuerdos que se iban agolpando tras los días de travesía y las nuevas experiencias, animadas por el húmedo calor del valle de las naranjas, nos fuimos a descansar.
.
.
24 de Julio
La salida de Marrakech por la N9 no tarda demasiado en hacer Sur para subir el Tizi N´Tichka, que en esta ocasión estaba en obras. Se trata de uno de los puertos de montaña más famosos de Marruecos por su trazado revirado, algo que suele hacer las delicias de los moteros en nuestro segmento. Unas paraditas para fotos y continuábamos en busca del cruce que salía hacia la ruta de las 1000 Kasbah. Cuando bajaba a Marruecos hace años, esta era una de las rutas 4×4 por excelencia por sus complicaciones y paisajes. Ahora es una carreterita asfaltada cuyo firme mejora a medida en que nos acercamos a la provincia de Ouarzazate, aunque aun en la parte alta encontramos tramos en los que has de compartir “le goudron”. Pero no deja de ser una ruta bella, en la que sorprende el contraste entre las áridas montañas y los fértiles valles.
Llegando a la parte sur de la ruta, está la Kasbah de Ait Ben Addou, una ciudad fortificada en la que han rodado más películas de las que podríamos imaginar. Allí habíamos reservado en un hotelito muy chulo, con piscina pensando en el calor, aunque nos hizo bastante menos del que esperábamos. El hospitalario dueño nos preparó un cous cous estupendo en la terraza que nos supo a gloria, y por la tarde fuimos a visitar la Kasbah que estaba a 5minutos a pie, y a conseguir víveres para una cena improvisada en las mismas mesas a la luz tenue de los faroles y con vistas al monumento. Allí nos habíamos encontrado con que estaban rodando una película y un improvisado “encargado” que con el walkie se sentía superman, apartaba a la gente de las zonas en las que eran susceptibles de salir. Otra anécdota más de esta variopinta bajada al Atlas…
.
.
25 de Julio
Al hacer la ruta de las 1000 Kasbah, en realidad habíamos abandonado la N9 para hacer un rodeo paralelos a ella pero unos cuantos kms al Este. Dado que esa carretera al bajar el tizi hacía también Este en dirección Ouarzazate, nosotros volveríamos a retomarla pero en esta ocasión retrocediendo en dirección Marrakech, sin volver a subir el Tizi, pues en su arranque Sur nos desviaríamos definitivamente hacia la zona alta del Atlas. El asfalto nos acompañó hasta Imlil, por un tramo de alta montaña mucho más pelado que los anteriores, ya que estábamos más al sur, por una zona en la que yo conocía pista de tierra hasta hace unos años. La Triumph del Moro acababa de cumplir 3000 kms, y tocó parada fotera. Luego dimos otro tirón hasta el mencionado pueblecito, momento en el cual nos paramos para reagruparnos y estudiar la situación. Había que subir una quincena de kms de pista regular y con charcos frecuentes, y convenía ir más juntos.
Ese tramo si estaba cual lo dejé en 2010, pero algo más poblado, ya que el haber asfaltado la carretera había atraído bastante vida a esas aldeas. Y cómo no, más alojamientos y restaurantes, así como un pequeño camping al final del tramo rodado. Allí aparcamos para emprender el pateo, una vez vestidos (unos más que otros) con la ropa adecuada para remontar unos 5 kms de camino en fuerte ascenso hasta el lago Ifni. Y vaya si merecieron la pena. Teníamos ante nosotros un lago glaciar de dimensiones espectaculares y agua cristalina, pero curiosamente menos fría de lo que nos esperábamos. Estábamos al pie del Toubka, que con 4300 mt es el pico más alto del Norte de África.
El pateo sirvió también para despistarnos, en el corto lapso de bajar y subir a tocar el agua, y Toni y yo que nos pensábamos atrás, bajamos al trote para luego comprobar que lo que les habíamos sacado eran 20 minutos a los otros dos. En fin, algo de deporte siempre viene bien…
A la bajada comimos en una de las aldeas en las que habíamos reservado, escuchando el ronroneo del río, en uno de esos sitios en los que bien hubiera merecido terminar la etapa. Y no habría sido ninguna tontería porque el siguiente tramo nos sacaba de las faldas del Toubkal para adentrarse en una de esas zonas que también hay en Marruecos, sosa, y sin aliciente alguno. Paramos en Ouzioua, donde tenía noticia de algún alojamiento para ciclistas, pero allí creo que no paraban nin las águilas desde hacía años, así que seguimos tras un té bajando hasta encontrar algo más de vida en Auoulouz, donde al menos había un hotel además de un riad cerrado. Quedarnos en la única opción posible fue más un movimiento de resignación que otra cosa. Eso sí, dormimos en una cama, con aparcamiento para la moto, y con una ducha. Sí, una ducha para todo el hotel. Y hasta ahí voy a contar… Al menos pudimos cenar muy dignamente en un garito futbolero y reponernos de la dura etapa. El día siguiente tampoco iba a ser light…
.
.
26 de Julio de 2015
Quien vea sobre el mapa la etapa del 26 de Julio pensará que no teníamos prisa alguna por llegar ese día. Y así era. Mientras la opción lógica para ir a Taraudant pasaba por hacer una línea recta desde donde habíamos dormido en dirección Oeste, nosotros subíamos una pista zigzagueante para luego volver a bajar por el Tizi N´Test, una carretera plagada de las curvas que tanto nos gustan a algunos. Además, esa era la etapa que más controversia e investigaciones había generado de todo el viaje, porque no conocíamos ni el estado ni la longitud del tramo sin asfaltar, y eso podía retrasarnos mucho, de modo que se tocó diana temprano en previsión de que tuviésemos que desandar el recorrido. Y lo cierto es que no sin dificultades, pero ahora me siento realmente orgulloso de comprobar que el track realizado se solapa perfectamente con el planificado desde casa. Lo logramos!
Desde el comienzo partimos el grupo, porque Juanjo sufría un poco más en las pistas y él salió a Taraudant por asfalto, sacándonos al menos 4 horas de ventaja, cosa que también trajo sus inconvenientes de cara a la elección del alojamiento, como luego contaré. Así que en el cruce de la pista de tierra estábamos 3 dudando qué hacer, pues ya de primera arrancaba como una pistita vecinal en lugar de cómo una pista principal que atravesaba un valle del Atlas uniendo varios pueblos y aldeas. Pero nos asomamos a ver qué tal… y nos vimos a buen ritmo hasta la primera parada en una fuente donde había unos lugareños cogiendo agua en garrafas en un Dacia. La Triumph en este terreno se desenvolvía mucho mejor, y aun yendo a ritmo relajado, me iba alejando de David y Toni casi sin darme cuenta, por lo que algunas veces paraba a esperarlos. Y en esa ocasión, nos informaron de que efectivamente la pista llegaba Ljoukak sin complicaciones. De modo que animados, continuamos.
Pasados unos kms en que nos cruzábamos con furgonetas de recogida de trabajadores de las aldeas, casi me paso un cruce a derechas en mi afán de seguir la pista principal, pero en ese punto, el track se desviaba por otra mucho más rota, y lo que yo iba a tomar, aparentemente y sobre el mapa acababa unos kms más arriba en una aldea. Extrañados, decidimos seguir el track, y nos vimos en un pedregal en que las ruedas patinaban de lo lindo, y en el que estuvimos a punto de dar la vuelta. Pero seguimos. Ciertamente fueron una veintena de kms bastante rotos y en desuso, hasta caer en una zona en obras en la que preguntando a unos y a otros, decidimos nuevamente seguir el track por la parte ascendente en lugar de atajar en busca de asfalto y salir en mitad del puerto. Así nos asegurábamos hacerlo entero. Y ya no volvió a haber complicaciones. Otro buen trecho de pista tierra – piedras, que en verano no revertía complicación alguna. Así llegábamos al asfalto casi a la hora de comer, por lo que tomamos un té en la primera aldea que vimos y emprendimos el descenso hasta el retorcido puerto de montaña. Como estaba previsto, comimos en el restaurante mirador que hay en la parte central, donde más se aprietan las curvas. Y con un vendedor de geodas que no paró hasta que me endosó una… eso sí, a 1/3 de lo que pedía y en última instancia. El sitio merece hasta acabar allí una etapa, pero teníamos a Juanjo esperándonos en Taraudant, de modo que salimos en su búsqueda encarando las últimas horquillas de la bajada. Dejábamos atrás ya definitivamente el Atlas por el que tanto habíamos serpenteado y nos dirigíamos hacia la costa en cotas más bajas en las que volvía a hacer calor.
A la llegada a la ciudad, nos dimos cuenta de que el camping en el que se había instalado ya el compañero no coincidía ni de lejos con las fotos que habíamos visto en internet. El problema fue que en la página situaban en Taraudant el camping “Le Jardin” cuando realmente estaba a 25 kms dirección Essaouira. Lo otro era más bien un aparcamiento de caravanas. Arreglada la confusión, nos fuimos en busca del camping correcto, un enorme y bellísimo jardín en cuyas afueras había dispuesto el Francés el camping. Dicho camping estaba vacío en verano, pues esta zona atrae a muchos franceses y alemanes en semana santa y navidades, así que acabamos durmiendo bajo un Argán impresionante que había en la zona de la piscina, dentro del jardín, y dispuestos en tumbonas. Inolvidable.
.
.
27 de Julio de 2015
Amanecer en el borde de una piscina dentro de un jardín exótico bajo aquel enorme argán, tenía un cariz especial. Creo que fui el primero en abrir los ojos, y escuchar los reclamos de pájaros desconocidos en nuestras latitudes, junto a los primeros sonidos del despertar, te iba espabilando de una forma mucho más placentera que el temido despertador. Además, estaba la tranquilidad de que la etapa del día era muy corta, la más corta del viaje, y salvo lo poco que distraje el track por carreteritas de las zonas de cultico de argán, poco más argumento íbamos a encontrar. Fue curioso ver una vez más las cabras de pelo largo encaramadas cuan felino en las ramas del árbol para iniciar el proceso de preparación, o de digestión, como queramos llamarlo, del preciado aceite.
La entrada en Agadir atravesó uno de los barrios nuevos para mí desconocidos, pero pronto llegamos al hotel en el que habíamos conseguido un precio medio decente en temporada alta. Eso sí, al no haber podido anular, teníamos 3 habitaciones dobles para 4 personas. Pero lo que más vamos a recordar es que nos pidieron aparcar las motos justo en la entrada del hotel, subidas casi en las jardineras, no sé si porque así atraerían a más turistas o porque simplemente, quedaban muy chulas para la foto.
Por la ciudad estuvimos dando un buen pateo, sobre todo por el largo paseo marítimo, lleno de turismo, principalmente local. Comimos en un restaurante cercano al mar, a buen precio comparado con los circundantes, y luego cenamos en un garito de la zona de taxis, de esos en los que si comes recién llegado a Marruecos coges las cagaleras de la muerte, pero que a esas alturas del viaje, salvo que alguien lo disimulara muy bien, nos sentó perfectamente. Y por si quedaba alguna duda de nuestra inmunidad adquirida, nos metimos un panache o batido de frutas mezcladas, enorme, por 10 dirhams. Ya habíamos repuesto casi todo lo gastado a nivel físico en el viaje.
.
.
28 de Julio de 2015
Agadir como ha quedado narrado, es la ciudad de turismo de dinero por antonomasia en Marruecos. Pero hay costa más allá de Agadir, y por supuesto, lugares con mucho más sabor, como Essaouira. En esta etapa íbamos a disfrutarlo, y el corto tramo de carretera nos iba a permitir hacerlo durante todo el día.
La llegada a Essaouira se produjo por la línea de costa, recorriendo todo el paseo marítimos, que poco tenía que ver con el del día anterior, hasta llegar a la medina fortificada. Allí «dentro» teníamos el albergue, Aladín, el más barato del viaje por 70 Dirhams/cabeza, y no fue del todo fácil encontrarlo, no porque el GPS fallara, sino por lo discreto de la entrada. Eso sí, una vez dentro, descubríamos un sitio de lo más digno por ese precio. Merece la pena repetir.
Una vez instalados, fuimos al puerto a comernos una parrilla de sardinas que creo que nunca se nos va a olvidar, y a observar el ir y venir de barcos cargados de pescado que se vendía a pie de muelle en un sincesar de gente. Después, nos tiramos a la calle a recorrer la vieja medina, con trozos llenos de recuerdos del protectorado, y rincones de lo más fotogénico como podréis observar. Café, y ya se había echado la tarde encima, con más algarabía en torno a los zocos, a medida que se iba tumbando el sol. El Atlántico, aquel océano lleno de leyendas, había abrazado esa ciudad durante milenios, moldeándola hasta hacerla tierra de pescadores, mercaderes y transeúntes como nosotros, viajeros, que supimos elegir el momento preciso para disfrutarla. Con las pilas cargadas, nos fuimos a dormir.
.
.
29 de Julio
El día 29 teníamos como meta Oualidia, en una cómoda etapa de carretera que servía para seguir subdividiendo la subida por toda la costa, pues tras sumar tantas etapas de interior, habíamos acabado a una distancia casi imposible de cubrir en moto en un día, y además, así descansábamos de viaje antes incluso de terminarlo. De esa plaza me había llamado la atención la vista en Google Earth, por los meandros que hacía el río que allí desembocaba, jugando con la forma de las playas y las rocas. Y eso no nos defraudó: es realmente atractivo. El pero lo puso el hecho de que lo que creíamos un camping, en realidad era un aparcamiento de caravanas para la primavera. De modo que estando allí y sobre la marcha, ya que era bastante temprano aun, decidimos estirar hasta Rabat.
La tarde en la capital de Marruecos fue mucho más provechosa de lo que lo habría sido una parada en mitad de una jornada. Así, pudimos ver la Cellah, el Mausoleo y parte de la medina, además de el barrio céntrico de la zona moderna con cosas tan llamativas como la catedral de la comunidad cristiana. Cenamos en un garito de comida rápida a lo marroquí, y dormimos en un hotelito barato, sencillo pero correcto, con retrete compartido. Eso sí, a lo occidental y nuevo.
.
.
30 de Julio
Madrugamos tanto que aun no habían abierto las tiendas. Era la inercia del viaje, que el día en que tocaba repasar la ciudad en la que habíamos dormido, nos hacía salir a pasear antes de lo normal.Pero ya habían abierto el barrio andalusí y allí que fuimos a tomar unas fotos. Luego, de regreso por la medina, pudimos ver ya puestos abiertos, y tras pagar el hotel y coger las motos, salimos a la Cellah o asentamiento romano, que destaca por la simbiosis entre los dos mundos que rememora momentos en los que los pueblos convivían en paz y armonía.
Desde allí volvimos a entrar en la capital a comer, y finamente dirigirnos a nuestro siguiente destino: Larache. Esta plaza del protectorado español, está plagada de edificios característicos de nuestra presencia en el Norte de Marruecos, que, al no haberse mantenido por falta de interés local, se encuentran muy abandonados. Ciertamente, Larache es una ciudad con mucho potencial desperdiciado. Como habitualmente, mi contacto allí, Hassan nos recibió como casi siempre: con errores en la reserva y disconforme con la cantidad que pacté con él hace un par de años. Pero además, esta vez se enfadó porque le salió mal la jugada de ganar por el parking lo que no había ganado con las camas, por lo que dudo vuelva a verme por su casa. Los que bajéis alguna vez veréis en seguida la diferencia entre el beréber, generalmente humilde y hospitalario, y un gran cantidad de marroquís del norte, que no digo todos, soberbios y peseteros.
Nada que no cure un buen paseo por la medina marinera de esta bella ciudad. La cena la hicimos en un garito portuario de pescado, como suele pasar en estos sitios, muy barato y con buena calidad. Era nuestra última noche en suelo árabe, y aunque teníamos ganas de volver a casa, se respiraba ya la nostalgia que deja el final de una aventura como la que dejábamos atrás.
.
.
31 de Julio
La dormida en una ciudad ya próxima al puerto tiene como misión el aprovechar el último día de viaje al máximo en suelo español. Por eso teníamos el barco temprano, pero la hora nos permitiría pasar por la nacional en lugar de por el peaje, atravesando Asilah y algunos pueblos más del litoral. Hubo otro poco de despiste, pues adelantando Juanjo se quedó detrás y lo esperamos en una gasolinera para subir repostados a precio de gasolina barata, pero lo único que hicimos fue verlo pasar embalado sin percatarse de nuestras señales. Lo «recuperaríamos» a la entrada de Tánger, y ya de ahí al puerto por el camino más corto. Una travesía tranquila, y estábamos en España casi sin darnos cuenta, pues la salida siempre es más rápida a nivel de aduana.
En Tarifa te alegras de ver a policías españoles y a paisanos que hablan como tú, así como te reconforta rodar por un tráfico más ordenado en el que pones el piloto automático y te olvidas de la vaca, de la señora que se tira, y del guardia agazapado con el radar de trípode. Pero en seguida te das cuenta de que todas esas cosas son las que te mantienen despierto y te hacen disfrutar de cada metro que recorres por el asfalto marroquí. Aquí también hay radares, pero no te hacen gracia porque no están escondidos detrás de un matorral en una postura a media camino entre dominguero de playa y marine americano. Aquí también hay vacas, pero están enjauladas en un zulo de 3 metros cuadrados. Y hay gendarmes, pero si te paran te hace de todo menos gracia. Para colmo, aquí no puedes salirte de lo negro sin la intranquilidad de ser cazado por algo que no sabes ni por qué está mal. Y por último, pronto echo de menos los saludos de los niños al pasar, hinchados de emoción sincera. Los muchachos, partícipes quizás de esa pasión que para ellos es como un sueño aparcado para un futuro sólo posible. Los adultos admirados. Los ancianos con mirada perspicaz y en fin, echo de menos a todas esas gentes que componen el pueblo Beréber y que te abrazan cuando llegas al Atlas. Al gran Atlas. Lo siento pero es así, y no falto a mi cita anual porque desde la primera vez que bajé a Marruecos de aventura, me dí cuenta de que allí me siento más libre que en nuestra querida «democracia». Ahí queda eso, compañeros, junto a la invitación de que vayáis a comprobarlo con vuestros propios ojos. La paz sea con vosotros.
Raúl.
.
.
.
.
.
.
Un viaje increíble, chicos. Enhorabuena, aguerridos aventureros!
Me gustaMe gusta
Mas de un año después me encanta revivir el viaje leyendo tu crónica. Algún día volveré, lo sé…..
Me gustaMe gusta
Pues… hay en el aire una propuesta de bajar a playas blancas el verano que viene…
Me gustaMe gusta