2 de Enero
Sin prisas pero sin pausa, fuimos recogiendo en Ouzina a la par que nos despedíamos de los amigos de allí. Y de los dos moteros del grupo, Roberto y María, que empezarían a hacer norte desde ya. Alguien del grupo fue recopilando contactos, lo cual se repetiría en etapas posteriores. Al parecer la medicina es algo muy valorado en aquellas latitudes… y una vez cargados, pusimos rumbo a Ramilia. El primer tramo sin dificultades, pues decidimos seguir la pista principal, pasando por nuestro conocido lago seco, donde el grupo 2 paró a jugar y hacer videos un rato.
De allí seguimos hasta Ramilia, donde hicimos la parata de rigor para comprar pan y pastas de te. Pero aprovechamos que se apaciguaban los chavales una vez parados, para jugar un improvisado partido de rugby y visitar la zona de huertos del pueblo, que nos enseñó amablemente un contacto de Jorge. Está siendo un año seco y se nota, pero se van apañando con un sistema de pozos escalonados y con soluciones ingeniosas, como la que vimos para germinar semillas de dátiles.
Aprovechamos la visita para confirmar el punto de paso del río de fes fes, y nos recomendó el que había al norte de la mezquita. Lo cierto es que a excepción de una enganchada de Mario, pasamos sin problema. Eso sí, en aquel medio, cualquier atasco implica un rato y mucho polvo… Luego el cauce del río, obviamente seco, y finalmente pista principal, de la que nos saldríamos poco después en busca del paso que tracé desde casa sobre las ortofotos. Acostumbrados ya a llegar a Tafraoute por la pista principal que pasa al sur de Maharrech, decidimos explorar una zona que cruza por debajo de una montaña minada, a pesar de que no había demasiadas pisadas por allí. Después del tramo de pista perdido y de dar con nuestros amigos del restaurante militar, mantuvimos la equidistancia con la frontera hasta un nuevo cuartel, en el que nos indicaron que tomásemos el paso retrocediendo hasta una señal que había sobre un neumático viejo. Y la verdad es que mereció la pena, como todo lo que implica descubrir caminos nuevos. Eso sí, no nos cruzamos con nadie aparte de los militares en un buen rato. El premio, desembocar en la zona de Zereg desde el sureste. El paisaje en ese paso no tiene precio, y lo celebraos con una buena sesión de fotos y algún atranque más en la arena de la subida. Como estaba previsto, llegamos a Zereg para comer.
Los paisajes allí cortan el hipo. Hicimos un buen picknick, subimos a la duna animados por Arturo, nos tiramos en la tabla de snow… y en general le sacamos buen partido a la parada. Luego subimos al mirador de zerej, y echamos otro rato de fotos y risas, mientras Andreu practicaba la manera de camuflarse como piedra.
Avanzando la tarde, dimos el último tirón hasta Tafraoute, que nos quedaba ya cerca, y nos dispusimos a descansar en el albergue Kem Kem. Es el mismo que hace años no nos dio opciones para comer yendo de paso, pero que esta vez se portó fenomenalmente. Al haber llegado pronto por ser una etapa corta, pudimos descansar para lo que vendría después, pues a medida que nos acercábamos al Atlas las etapas volverían a alargarse. Por cierto, en la cena, nos sorprendieron con el mejor Tajine de Kefta que hemos probado en años.
.
3 de Enero:
Salimos de Tafraoute buscando pista, y no nos costó demasiado porque aquel tramo aun no lo han asfaltado. A la altura de Tissemoumine nos desviamos para dejar material escolar en el colegio y comprobar que los niños están allí tan asalvajados como en Ramilia. Una vez más, nos encontramos con muchos repartidos por el pueblo debido a los turnos escolares, y de hecho, solo vimos una maestra en el colegio con un grupo de los más pequeños. Y sin idea de francés…
Después de la parada continuamos hasta la cantera de fósiles del camping Sedrar, donde dimos una buena batida para llevarnos algunos ejemplares. Apareció un señor en moto sugiriéndonos buscarlo para enseñarnos la zona que él vigilaba, pero se tuvo que esconder muy bien porque luego no hubo forma de encontrarlo. Luego, bajamos al camping a comer el típico pollo al limón en Tajine, que estuvo tan rico como siempre. Y descansar un rato en tan acogedor enclave.
La siguiente parada fue también «cultural», echando un buen rato en los grabados que hay camino ya de Nkob, nuestro destino del día.

Y ya en la capital de provincia, llegamos hasta el alojamiento escogido, la Perle du Sahro, en el que tenían un buen jaleo montado entre bienvenida y ubicación en habitaciones, ya que la Kasbah en la que se había instalado el hotel, no tenía cabida para un grupo tan grande. Eso sí, a pesar de hacer 2 grupos para dormir, a la hora de comer nos juntamos en el salón inferior, donde una hoguera de leña bajo un patio de luces abierto a la luna, nos procuró un entorno bastante acogedor, dentro de que la temperatura había bajado ya unos cuantos grados respecto al desierto. Al menos en cuanto a climatización se refiere. Otro cantar era la acústica… un encargado con trastorno de hiperactividad presionado por su jefa por contentarnos a pesar de la división del grupo den dos espacios, hizo lo imposible por que en todo momento sonasen palmas, timbales, vítores… para desasosiego de sus trabajadores, que no sabían cuando tocar, cuando parar, cuándo bailar y cuando correr para no quemarse los bajos de la chilaba. Eran tan polifacéticos los muchachos que entre interpretación e interpretación, alguno sacó tiempo para tirarle los tejos a nuestra joven médica.
Los que decidimos alojarnos en el otro riad, tuvimos como recompensa una habitación muy espaciosa y un baño tremendo, en el que improvisamos una cortina para tener la pizca de intimidad que esta gente no guarda en situaciones críticas. Ya había estado en Nkob en otras ocasiones, pero no recordaba el barrio de kasbah que divisamos desde la azotea del hotel. Habrá que volver para perderse por él. Es curioso cómo capitales como aquella, modestas, mantienen aun las calles sin asfaltar, jalonadas por edificios de adobe que amenazan desmoronarse cuando les falta mantenimiento. Ir de un alojamiento al otro, a pesar de estar cerca, no dejaba de ser un poco laberíntico, y la escasísima luz mezclada con las callejuelas de tierra te remontaba a tiempos pasados. Para dar el paseo en grupo nos ceñimos a la travesía, donde sí había asfalto, y dimos una vuelta asaltando una panadería repleta de dulce (hasta antes de entrar nosotros) que más que cobrar casi regalaban a granel, mientras parte del grupo se afanaba en buscar neumáticos para el coche de Mario, que había llegado con las BF bastante tocadas a Marruecos y no aguantaron los primeros asaltos.
Después del paseo, interpretamos Paquito el chocolatero con un grupo de música local, cena animada (ensalada, brochetas, patatas e interpretaciones en abundancia) y a descansar.
.
4 de Enero:
Ahora sí que teníamos una etapa larga por delante. Para empezar, atravesamos en Sahro por un sitio nuevo, bastante menos transitado que el habitual, que en la actualidad se encuentra asfaltado. No fue un paso muy rápido, pero aprovechamos la lentitud y los obstáculos para hacer unos buenos reportajes fotográficos. Incluso hubo que dar la vuelta en algún tramo, porque la pista estaba cayendo en desuso y la habían trazado por una alternativa, que la dejaba solo apta para motos.
El entorno era realmente sobrecogedor. Poco después sí saldríamos a pista rápida, desquitándonos para recoger tiempo aprovechando que Carlos se picó por llamarlo lento. Eso sí, tras una parada técnica, pinchaba dividiendo el grupo en dos de nuevo, unos en busca de rueda como el Escobar con su carro, y otros cambiando la pinchada, cuya llanta quedó para no volver a hacer pista en lo que quedaba de viaje. De hecho, para ganar tiempo, nos saltamos el tramo que iba de Este a Oeste por Boumalne, tomando un atajo del track que salía directamente al tramo asfaltado de la segunda mitad de la jornada.
Una vez reunidos, buscamos un sitio junto a un río para comer, en la compañía de unas mujeres que se acercaron en burro. Los picknicks estaban triunfando de una manera bestial este viaje. Los recortes anteriores y la mayor presencia de asfalto sobre lo esperado, nos permitieron ganar tiempo y llegamos a la zona de Zauia al atardecer, un poco más tarde de lo deseado a pesar de todo, y con una pequeña ventisca de nieve que nos sorprendió en cotas cercanas a los 2800 metros.

Así, llegamos a Dar Ahansal a oscuras, sufriendo lo pronto que anochece en invierno, y con un frío bastante majo debido a las cotas de la zona. Quedaba para el día anterior visitar el pueblo y su kasbah histórica.
El sitio, regentado por un señor un poco cuadriculado, es bastante bonito, construido en piedra y aterrazado con buenas vistas al valle y delante de otra Kasbah también bastante fotogénica. Eso sí, los baños tenían puerta después de bastantes días sin ellas. Al menos había una bomba de calor en la habitación, que costó calentar un buen rato. Como curiosidad, la comida era diferente y bastante más occidentalizada: Pollo en salsa de champiñones, desayuno casi europeo… en la cena hicimos una fiesta de disfraces (los más enrollados, los más sosos se vistieron de viajeros por Marruecos) y echamos un buen rato sabiendo que al día siguiente los grupos volverían a separarse pero esta vez de modo definitivo, ya que los que entramos después en suelo marroquí saldríamos un día más tarde.
.
5 de Enero:
El grupo se partía. Quedábamos, como al principio, los 3 Subarus y el Nissan de Carlos. Así que tras los abrazos y según lo previsto, nos fuimos a visitar Zauia Ahansal. Puestos a dedicar un rato a una aldea característica del Atlas, esta puede ser uno de los mejores ejemplos, pues es realmente fotogénica. Visitamos un telar (muy subido de precios), nos acercamos a la señalada Kasbah histórica (ya le tenía ganas) y deambulamos por sus calles un buen rato a la luz del sol mañanero. Por cierto, la fortaleza hace las veces de casa y no tiene la atención que se merece, de hecho, utilizan los bajos de establo, y aunque nos ofrecieron verla, siendo tantos, no accedimos, limitándonos a rodearla y disfrutar de as vistas de sus muros al Atlas.
No es la única, pues junto al minarete hay otra más pequeña, y alguna más salpicada por doquier. Hubo un tiempo en que estuvieron realmente de moda…
La siguiente etapa en dirección Imilchil era entera de Atlas. Y lo disfrutamos a base de lo lindo. Carlos, al no tener rueda de repuesto siguió unos kms al grupo de avanzadilla para maximizar el asfalto y echar dos noches en Fes en lugar de una. Borja, que andaba también tocado, se unió a él. Siendo un grupo recortado, avanzamos bastante rápido. Y la pista aérea de la Catedral es como para disfrutarla…
Pasos tan tortuosos como estrechos, desfiladeros, puentes, valles encajonados, ríos de agua cristalina… que pena que no hubiese más agua, aquello en un año húmedo debe ser espectacular. Y también más complicado, seguro.
El track de tierra terminó en una aldea en la que celebraban el mercadillo semanal, y por pocas se olvidan de dejar paso a los coches. Luego subidas y bajadas, ya por asfalto… hasta la hora de comer, en la que paramos en una zona abierta con vistas a la nieve caída en la noche anterior.
Como a nuestra llegada a Imilchil quedaba poca luz, decidimos ir directos a los lagos. Allí hicimos unas cuantas fotos adornadas por la luna llena, y comprobamos un curioso efecto: al ser el agua tan salobre, todo lo que tirabas en ella rebotaba… literalmente!
Después, nos acercamos hasta el albergue Les Jardins y nos relajamos con una buena ducha caliente (otro baño con puerta!), nos tomamos el consabido te con cacahuetes, y nos dimos una vuelta por la ciudad. Volvimos a comprobar que el comercio local se está poniendo imposible en una tienda de antigüedades que rozaba el reciclaje de basura, pero a precios de obras de arte povera de Mondrian. No nos llevamos nada, como es lógico, y comprobamos poco después en Fes, que hicimos lo más acertado.
A destacar, como en otras ocasiones, el Cous Cous «Maison» del lugar. Impresionante. De rico, de grande… de todo!
.
6 de Enero:
El día de reyes aparecieron los coches congelados. Muy congelados. Los termómetros marcaban -5º. La única forma de limpiar el hielo fue cruzarlos al sol. Y mientras esto ocurría, aprovechamos para volver a ver que allí la gente tiene pocas ganas de vender, más si no está el gerente. Por cierto, el desayuno casi tan estupendo como la cena. La comida es algo que cuidan muy bien en este hotel.
Como teníamos buena kilometrada por delante, nos despedimos de Hammou, y tiramos, esta vez por asfalto. Paramos en el bosque de cedros, donde había una verdadera plaga de monos, y comimos en una brasería de Azrou. Ya estábamos despreocupados por el tema gastronómico, por rondar los últimos días del viaje, y algún estómago se resintió.

En contra de lo que venía a ser la tónica, logramos llegar a Fes con luz de día, y allí nos reencontramos con los coches de Borja y Carlos. Que se habían topado con que al ser viernes, las tiendas estaban cerradas mayormente. Tomamos posesiones de las bonitas habitaciones del Riad L´Artiste, que esta vez llenábamos en su totalidad, y salimos a pasear por la ciudad y picotear probando cosas por la calle. Típico día de final de viaje, bastante relajados. Cenamos en un restaurante del ensanche de la calle que lleva a los curtidores, relativamente bien pero un poco frescos. Como nota negativa, el camarero nos pidió propina y no nos aceptaba un billete de 50 Dh que estaba un poco roto, cosa que a él no le habría costada nada en un banco cercano.

Al haber confianza tras tantos años de visitas, nos dejaron la llave para entrar y así despreocuparse esa noche. Descansamos como lirones en las cómodas camas, bajo el techo de cedro y la exquisita decoración.
.
7 de Enero:
Teníamos de tiempo hasta las 10:30 de la noche, hora a la que se abriría la cola de embarque, así que fuimos recogiendo sin prisas, y dejamos las cosas en una habitación del hotel para dar una vuelta por la medina. Carlos saldría el primero, hacia Tánger, por lo que nos despedimos en la puerta Rcif. Borja y Elena permanecieron con nosotros hasta el final, aunque para dar la vuelta hicimos grupos, con la intención fallida de reencontrarnos en la tienda de las especias. Nosotros visitamos junto a Carles y Urmila los curtidores. Ana se compró una chaqueta de cuero, y Arturo intentó sin éxito hacer lo mismo con la Nike de un cliente que andaba probándose otras. Ana-sobri entro en estado «loquierotodo» y anduvimos de tienda en tienda probando y oliendo cosas, hasta la hora de ir a recoger el equipaje. No sin hacer parada en la Madrasa Atarine.
Luego, lo típico del viaje: Despedidas. Ana recogiendo contactos de marroquíes que le prometían el oro y el moro. Y nostalgia porque aquello se iba acabando.
En la subida, nada reseñable. Picknick agotando lo que quedaba, y muchos kms hasta Melilla, donde entramos tras una dura pugna por llegar antes a la frontera con un monovolumen cargado con una jabonera enorme. Esta vez, mucho más tráfico, lo que les dio tiempo a las chicas para ir a gastar los dirhams de un servidor en 4 tes calientes con baso incorporado. No vuelvo a delegar el manejo de mis riquezas a nadie.
En Melilla acabamos cenando donde otra vez, en el Bar Sevilla, donde nos pusieron una buena mano de pinchitos y calamares. Después, entrada masiva al barco, y avistamiento de la partida desde la cubierta exterior, con los «niños» maldiciendo porque aquello se acaba, Creo que ya están apuntadas a las próximas 5 bajadas sin importarles el trayecto.
Cuando llegas a casa y miras atrás, sientes que cada Marruecos es nuevo, porque siempre hay algún nuevo integrante en el grupo a través de cuyos ojos, por simple empatía, ves todo lo que descubre. Y este no ha sido excepción. Aunque en este hemos sentido también, tras tres años de dique seco, el calor del reencuentro con los de allí, que acaban formando parte de tu vida. Del mismo modo que dejamos algo de nosotros en cada bajada. Algo que recogemos al volver, e intercambiamos de nuevo por otro pedacito. Quizás esos fragmentos sean los que tiren de nosotros una y otra vez, y los que hagan que cada año nos aprieten las ganas por regresar.
Este año, además, hemos dejado a un amigo, volando sobre las dunas del desierto. ¿Qué mejor motivo para empezar a pensar en la próxima bajada?