
La tercera excursión por Ordesa volvía a partir de la Pradera, por lo que una vez más, Sialuk se tuvo que meter en el transportín de la bodega del autobús. No le gustaba demasiado, pero parecía que había asumido que eso nos llevaba a parajes increíbles, y lo aceptaba. Eso sí, salía como las balas cuando le abríamos al llegar. Y con la misma inercia con la que ella abandonó el autobús, empezamos la subida, tras retroceder un poco hasta la casa de piedra que hay junto a la carretera. Allí está todo muy señalizado, así que es difícil perderse.

Tras el hayedo de rigor, salíamos a una zona abierta en la que llamaban la atención los picos que ya llevábamos dos días viendo desde abajo.



Una pequeña cascada nos recibe arriba, y un cruce de senderos. Tomaremos el que sube paralelo al río valle arriba. A partir de ahí iremos dando vista al valle enmarcado por los cortados hasta llegar a la cascada que veíamos enfrente desde la senda de los cazadores, la de Cotatuero.














Llegados a ese punto, se abre la posibilidad de ascender por una vía ferrata, que por cuestiones de prudencia, han procurado señalizar mucho menos que los senderos, o continuar la excursión por senderos. Uno de ellos sigue avanzando por la ladera norte del valle para caer en la senda de la cola de caballo más arriba, pero como ya la conocíamos, preferimos hacer la bajada más frescos, por el río Cotatuero.


Nuevamente las hayas volvían a sorprendernos, y decidimos parar a comer a sus pies en una umbría bastante fresquita. Con ello nos despedíamos de los pateos por Ordesa y bajábamos a descansar al camping, y a dar otro paseo por Torla, que no deja de ser también un buen plan.