Capítulo I: Los Orígenes de esta Aventura:
Cuando compré la Tansalp y dado que estoy siempre trasteando con mapas, GPS, coordenadas y demás, me llamó la atención el hecho de que llevemos estampadas en el carenado las coordenadas de una carretera de los Alpes. Dichas coordenadas, como casi todos sabéis, se corresponden con el Col de la Bonette, punto más alto de una carretera del corazón de los Alpes. Como me dijo hace poco un buen amigo, menos mal que no me compré una V Storm, porque habría acabado persiguiendo tornados por el Alley en Usa, pero en cualquier caso, la foto en esas coordenadas, era la excusa perfecta para recorrer los Alpes, algo que llevaba tiempo queriendo hacer. Así que, manos a la obra, la aventura estaba decidida. La Transal iba a rodar este verano entre Francia, Alpes y Suiza para dar una digna jubilación a sus cubiertas de origen.
Lo primero era decidir el itinerario, lo más optimizado posible, para evitar peajes y transitar la mayor parte del tiempo por las carreteras que te permiten disfrutar del paisaje y parar a hacer fotos en el arcén sin problemas. También se pretendía repetir la menor cantidad posible de camino, aparte de aprovechar para saludar a algunos amigos que andan repartidos por el mundo… Y, bajo esas premisas, salió este track:
Lo segundo, era acoplar toda la impedimenta de dos personas en una moto. Y aquí se sucedieron anécdotas curiosas, como la de peregrinar por las tiendads de deportes con el baúl en busca de la combinación de Tienda-esterillos y sacos que cupiesen dentro. El resultado, es este:
…Hasta impermeables, botiquín, toallas, tazas y desayuno colaron en el Shad de 46 litros.
Por otro lado, las alforjas también tuvieron que tragar lo suyo:
Una bolsa de depósito y una pequeña moclila que se apoyaba sobre el baúl durante la marcha, completaron el espacio de almacenamiento.
Solo quedaba, salir a rodar hasta la primera etapa, en la que subíamos a casa del primer amigo, en Almenara (Castellón), dode pasamos un tarde noche estupenda en compañía de él y su mujer. Gracias a los dos!
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Capítulo 2: Costa Brava y entrada en Francia
Los días 16 y 17 marcaban el paso de la cordillera pirenaica por el mar. Con esa idea salimos de Almenara hacia Cadaqués, cogiendo algo de autopista para poder llegar a casa del amigo Emilio para comer. Allí echamos un rato y unas risas de esas que te regeneran por dentro, y seguimos hasta nuestra meta de ese día. Cadaqués es un bonito pueblo reflejo de la orografía de la Costa Brava, tristemente gobernado por un ayuntamiento que piensa más en recaudar que en la calidad del turismo. Las fotos hablan por sí solas. Ahí nos relajamos y cenamos, para luego dar un saltito hasta Llança, más acorde al presupuesto de este viaje.
Al día siguiente penetrábamos en Francia por la antigua y abandonada frontera de la costa Este
… y seguíamos serpenteando por una carretera preciosa de curvas, desniveles y acantilados, hasta la zona de playas de la Costa Azul. Allí el bullicio del turismo recomendaba tomar algunas carreteras más interiores, pero sin dejar de asomarnos a las curiosas formaciones de la costa francesa, a modo del «Mar Menor», pero mucho más vírgenes.
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Capítulo II. Explorando la costa Este de Francia
Tras pasar nuestra primera noche en Francia, en el Bullicioso camping de Sete (karaoke hasta las 1 de la madrugada inclusive…) nos dirigimos a Marsella. Lo difícil fue encontrar plaza en los camping de las playas cercanas a la ciudad, pues parecían un verdadero hervidero de gente que pasaba allí las vacaciones estivales. Pero a la cuarta fue la vencida, y entramos en uno de 4 estrellas bastante chulo.
Esta ciudad sí que nos reservaba agradables sorpresas en forma de un bonito casco antiguo, y un puerto que se adentraba en el centro para dar color a sus alrededores, llenos de chiringuitos a la francesa. Así empezaba a cumplirse el proyecto de recorrer las principales ciudades francesas a la excepción de parís, donde ya he tenido la suerte de pasar un verano.
Al día siguiente, le tocaban el turno a Mónaco y Niza. El primero, por aquello de decir «he estado», aunque nos mostró su cara amable del bullicio gracias a que íbamos en moto y no padecimos el descomunal atasco que es en sí mismo. Y la segunda, sorprendente de verdad…
En este caso dormíamos en un camping muy verde que se emplazaba en una de las subidas hacia los Alpes, en La Val Fleuré. Eso sí, ojo a los mosquitos…
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Capítulo III. Atravesamos los Alpes
Cagnes Sur Mer – Barcelonette – Lanslebourg – Seez – Thonon les Bains
Tras la recogida de rigor en el Camping de la Val Fleure, la Transalp empezaba a rodar por las carreteras de las que tomó prestado el nombre hace una treintena años. Puede que como decís una tuoring hubiese sido más cómoda en Autopista, pero en cuanto las curvas empezaban a retorcerse de verdad, la sensación de que esta moto se ha parido para esto va en aumento. Atravesar los Alpes de Sur a Norte es un tratado en todo lo que tenga que ver con cambiar de rumbo el parabrisas de la moto. Inclinacion, trasferencia de masas, cambios de apoyo, giro… para los decenas de miles de virajes que te vas encontrando, incluso de primera velocidad, en los que ya quisiera yo ver la confianza que te da un aparato más pesado. Un curso acelerado para un novato como yo en esta moto, que te permite ver cómo a pesar de los 70 kg extra que llevas respecto a las condiciones normales de uso, la Honda sigue casi igual de noble, con tan solo haber endurecido amortiguador y neumático. Ni un extraño, ni un rebote, cómoda pero sujeta, estable… en fin. Quien no la ha cogido, no sabe de qué hablo. Y tanta nobleza no hacía sino transitar tan confiado y tranquilo que la atención al final se iba donde importaba. A las montañas y paisajes que os muestro a continuación.
El Col de la Bonette. En la zona de las coordenadas parece que había una fiesta rociera… pero de moteros.
En general, los Alpes son un santuario para las motos. Era impresionante la de veces que saludabas al cabo de una hora. Resultaba más rentable dejar el brazo en alto con la consabida «V» que subir y bajar cada vez que te cruzabas a alguien de frente.
El almuerzo en el césped a la llegada al camping
A ver qué os parece esta laguna Glaciar. El día en que se pasaba por La Val D´Iserre tenía la idea de parar para hacer un pateo por la montaña. En la oficina de Tursimo dieron una idea magnífica. Los remontes estaban abiertos en verano gratuitamente para subir a diferentes zonas de la montaña, y elegimos esta preciosa laguna en la que había una población de truchas verdaderamente espectacular. En las orillas eran una verdadera marea. Y los paisajes…
Hoy he cogido la moto un par de horas, y me han venido a la cabeza una serie de cosas que no he comentado en la crónica y que pasaron o fui observando en el viaje.
La primera, un percance: La noche de Marsella, cayó un diluvio en el camping y a la mañana siguiente la moto apareció tumbada. Se había hundido la pata y eso que el suelo era de zahorra compactada en donde la había puesto. Al parecer no está mal aislada del todo, pues no se mojó ni estropeó nada a ppesar de haberle estado llviendo un rato tumbada, a deducir de las manchas de tierra del parabrisas. Un guardamanetas arañado, el alojamiento del tornillo del plástico trasparente del intermitente partido, y unas marcas en la defensa izquierda fueron la única herida de guerra. Tendré que devolver un poco el ángulo a esta, pero es mínimo. SIn ella, se habría roto el carenado…
En todo el recorrido no ha habido sustos, ni derrapes, ni feos, ni nada. La moto, igual que sin carga, como dije arriba. Y el consumo… de cine. No más de 10 km de diferencia por depósito, entre ir como íbamos a ir solo con maleta. ¿Cómo es posible? Incluso uno de los días de autopista, llegué a andar 290 kms antes de que bailara el indicador, es decir, con 12 litros. Es de risa… creo con fundamentos que la gasolina es de mejor calidad en Francia que en España
Por cierto, un día llené de 98 por probar… y fue la etapa que gastó más de todo el viaje. Ahí queda para sus defensores…
En Francia hay muchas autopistas de peaje, pero las motos pagan menos que los coches. Y en las carreteras nacionales es muy común encontrar tramos de 2 carriles por sentido. No hemos tenido más problemas de tráfico que el atasco de Mónaco, y con cuidado, nos lo fuimos esquivando.
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Capítulo IV. Llegamos a Suiza. Thonon les Bains – Ivoire – Lausanne
Tras tres días curvenado por las carreteras alpinas, tocaba levantarse para dejar atrás definitiamente esta cordillera y acercarnos a Suiza, aunque esa primera noche la pasaríamos aún en territorio francés. Nuestro destino: Thonon les Bains, ya en la orilla del Lago Leman. Tan entretenidos como siempre avanzábamos por los bellos paisajes, mientras íbamos perdiendo altitud a la par que mejoraban nuestras espectativas de pasar menos frío por la noche. Y ya a 40 kms de nuestro destino, en una vía rápida, la maneta del embrague se quedaba suelta, sin oponer resistencia. Acababa de partirse el cable.
«Tengo que llegar a donde sea sin cambiar de marcha», fue lo primero que pensé. pero no tardé ni 30 segundos en darme cuenta de que eso era imposible, el tráfico era muy denso. Garmin, rápido, alternativa. Me metí por carreteritas comarcales haciendo un recorte (en tiempo, no en distancia) hacia los alrededores de Thonon, que se veía una zona bien poblada, en contra de los lugares por los que me movía en ese momento. Quería evitar llamar a la asistencia, y, en la medida de lo posible, continuar con los planes del día. Además, tenía el tlf de Philippe, pero para llamar había que parar… y la putada sabía que sería volver a iniciar la marcha sin embrague. Así que nada, a avanzar hasta un lugar poblado… y a cambiar sin embrague. No lo había hecho nunca, lo había escuchado, así que solo quedaba probar… ahí va… qué duro… patadita et voilá. Reduccion de 4ª a 3ª. Así me anduve una veintena de kms, no menos de 15 cambios de marcha, hasta los alrededores de Thonon. ¿Opciones? Había que pensar en algo rápido. No podía parar, ni llamar, ni hacer búsquedas complejas en el gps… «una tienda de BTT! Aquí me paro!»
Dicho y hecho. Cuando llegué al mostrador del desocupado dueño de la tienda (era sábado por la mañana), y le expliqué la situación, lo primero que me dijo fue «je crois que je ne peut pas vous aider» Que sí, hombre, no seas incrédulo… Y con paciencia, mi francés, e ideas inventamos la solución: Un cable de freno de bici con un perrillo. Solución que sigue ahí, puesta, 3000 kms después… A seguir la marcha!
Moraleja: Ya estáis echando todos un cable de recambio a la moto. El que avisa no es traidor.
Lo demás: Disfrutar. Llamamos a Philippe, que fue un magnífico anfitrión, y nos guió a ver Ivoire. Cenamos allí, y esa noche la pasamos en el camping de Thonon, enorme. Al día siguiente, vimos Lausanne. Y el tercer día de lago, tras empaparnos de él y en él, volamos hasta Geneve, para después comer con Philippe y pasar el resto del día con él. Gracias por todo, amigo. Te deseo lo mejor del mundo. Las fotos:
Es más práctico cruzar el lago en barco que rodearlo…
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Capítulo V: El descenso por el interior de Francia.
Para volver desde Suiza, elegi la opción de bajar atravesando Francia por una serie de ciudades que no conocía, y, de paso, poder haber pisado como dije al principio las más pobladas de este país. Así que tocaba pasar por Lyon primero, y Le Puy en Velay a cotinuación. La salida de la zona de Leman, nos despidió con una buena manta de agua. Habíamos comprobado que las alforjas aguantaban algo de lluvia en etapas anteriores, pero esta nos pilló desprevenidos, y al llegar a Lyon constatamos que había entrado agua por abajo, del salpicar permanente de las ruedas, y hasta había destintado alguna prenda de vestir con el consiguiente cabreo. Yo tuve más suerte porque tenía casi todo metido en bolsas, y solo se mojó y poco un pantalón corto, aparte de la ropa que llevaba, claro. De modo que nuestra entrada triunfal en Lyón se produjo por el gran centro comercial que hay en el centro, y concretamente por los aseos, donde hicimos uso extensivo de los secadores amortizando los 50 cts que nos pidieron a la entrada.
Al salir, ya había escampado, y aprovechamos para ver la ciudad agusto. Preciosa. Ahí tenéis las fotos para constatarlo.Bajamos a dormir a una zona de interior en la que disfrutamos de un camping presioso de 4 estrellas a precio de risa.
Al día siguiente nos dirigimos a La Puy en velay, una zona volcánica en la que ha crecido una ciudad de lo más pintoresco, origen de uno de los caminos de Santiago, y de ahí a otra zona volcánica en la que dormimos en el camping de los caracoles. La formación que veis en la foto se generó tras el enfriamiento de la lava a lo largo de ¡1000 años!
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Capítulo VI: Desenlace.
Cuando llegamos a Toulouse, fuimos conscientes de que era nuestra última noche en suelo francés. El viaje estaba tocando a su fin, y las imágenes se nos agolpaban en la retina hasta tal punto que mezclábamos nombres y jornadas, pero era una sensación fantástica la de haber corrido aquella experiencia a lo largo de tan variados paisajes y carreteras.
De la ciudad del río Garona, nos llamó especialmente la atención el tráfico de bicicletas, y lo adaptada que estaba la ciudad a este: Muchísimos puntos de recogida y aparcamiento, un sistema muy elaborado de alquiler, y el libre tránsito incluso por calles en sentido contrario hacían que la gente las usase de verdad. A ver si lo importamos. Luego, sus construcciones en ladrillo, y sus grandes espacios.
Tras la jornada y pasar la noche, nos dirigimos por el Sur hacia Andorra. A pesar de la amenaza de lluvia, de esta nos libramos, y no pagamos casi nada en la autopista una vez más, discurriendo ya en los pirineos por carreteras más angostas pero de tráfico rápido en general. En la ciudad condal, echamos un rato con el Amigo Toni, un poco perdido ya del foro, y dimos un garbeo comercial, porque poco más se puede hacer allí en solo una tarde. Otra noche más… y ya estábamos en España, casi sin darnos cuenta.
Ahora tocaba etapa maratón, y el único «lujo» que nos dimos en el camino a nivel de tiempo, fue entrar en Zaragoza a ver El Pilar, pues al pasar el año pasado al comprar la TA, que es Zaragozana, no me dio tiempo a verla. Y sobre todo, saludar al amigo Jesús, que es un gran fichaje con el que pienso coincidir en más ocasiones. Gracias por asomarte, y por las cañas! Y de amigo en amigo, llegamos hasta Toledo, a casa de uno de los más «viejos» que conservo tras esta vida nómada que llevo, para disfrutar de sus calles, su comida y el ambiente de una ciudad en la que ya viví hace años.
Aun por la mañana aprovechamos para ver la judería, sinagoga, Alcázar… y comer antes de salir en un restaurante en el que nos habían hecho el favor de dejar los cascos y apechugues para no llevarlos encima.
Tocaba rematar, y tras el almuerzo nos dejamos caer hasta Baeza, con las paraditas de rigor. En la última foto veréis que se cierra el círculo, 4700 kms después, de lo que ha sido un viaje irrepetible pero por lugares que no podré dejar de volver a pisar algún día. La Costa Brava, la costa Azul, Los Alpes, El Lago Leman, y el valle del Loira con el camino de Santiago Francés… son lugares que se han quedado escritos en mi cuaderno de Bitácora particular con un hasta luego.
Gracias a los amigos que me habéis salido al paso.
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