Oslo en un día

Lo más sensato es decir que Oslo, como buena capital de Noruega que es, se merece mucho más de un día para ser descubierto. Pero no era nuestro objetivo en sí mismo, sino una etapa del viaje por el sur del país, y dentro del cómputo general de nuestras etapas, pesaba bastante la naturaleza. Además, yendo con perra, no era lugar en el que permanecer demasiado tiempo, pues nos perdíamos las visitas a todos los sitios de interior, como museos, la ópera, etc. Dicho esto, la pregunta es: ¿Qué hacer en Oslo en un día? Esto no es ninguna guía de viajes, así que mi respuesta sería «lo que te de la gana», pero para daros una idea, voy a contar lo que nosotros hicimos:

Nosotros nos movíamos en cámper, por lo que seleccionamos un aparcamiento en las afueras, al Norte, concretamente junto a un gran lago. En el mapa aparece con la letra P. Hay otro en el lago que hay más al Oeste, pero como vimos el primero bien, allí nos quedamos. Tiene la ventaja de que llega hasta él una línea de tranvía, que nos dejó en el centro, concretamente en la estatua del Tigre (ver segundo mapa). Lo bueno del transporte público en Noruega es que admiten perros.

Después de que Sialuk le echase una buena regañina al tigre por haber crecido tanto, fuimos hacia la ópera, que se queda en la costa, al Sureste, apenas de 5 minutos del felino.

Se trata de un edificio de diseño moderno que parece querer imitar un gran bloque de hielo, con su color blanco y sus aristas cortantes. Permite composiciones fotográficas muy chulas, y es en sí mismo un buen mirador desde el que tomar fotos de otros puntos al permitir trepar a su parte alta.

A partir de la ópera, que quedaba un poco desfasada, seguimos el eje que podéis ver en el mapa de Este a Oeste y que recorre casi todos los puntos relevantes desde el Tigre (que aparece con un elefante en el mapa): La Catedral, el Parlamento, el Palacio de Hielo, la Universidad, el Teatro Nacional y el Palacio Real, que hace de telón de fondo de la calle. Los fuimos viendo en ese orden, para luego dedicarles un rato a los jardines de palacio.

La lluvia iba y venía, cosa que no parecía molestar para nada a los noruegos. Nos llamó la atención el alto número de vehículos eléctricos que vimos por las calles.

Como terminamos de ver los jardines en torno a las 12, y habíamos reservado para comer a las 15h, decidimos seguir nuestra dirección hasta el parque Frogner, una gran extensión en la que se desarrolla un escenario de esculturas que representan las distintas etapas de la vida humana. Bastante chocante. Allí está la famosa escultura del niño de Oslo, al que, según dicen, si tocas, vuelves.

Para no repetir camino, nos fuimos hacia la costa saliendo del parque por el arrollo que baja de sus estanques naturales, un trayecto bastante bonito, y continuamos por el puerto deportivo y paseo marítimo hasta el restaurante «The Salmón», muy recomendable y a un precio relativamente popular.

Sialuk daba ya muestras de necesitar proteínas, por lo que después del comer nosotros nos acercamos a un super a pillarle unas salchichas que agradeció tremendamente. Y la tarde la pasamos viendo la fortaleza, el puerto, etc.

Si os fijáis en un mapa de Oslo, y en la última foto, la ciudad tiene un enclave espectacular: Protegida de los vientos del Mar del Norte por la panza de la península sur noruega, y por una serie de Islas que se convierten en zonas residenciales, y que hacen que esté muy abrigada, por lo que dudo que allí se lleguen a formar olas o llegue a afectar cualquier tipo de tempestad, quedando el agua en clama como en los fiordos noruegos a pesar de estar carca de la desembocadura.

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