Es este uno de esos lugares en los que te dan ganas de quedarte a vivir cuando los descubres. Además, la excursión que aparece en estas fotos es sumamente asequible, por el poco desnivel que presenta y la carencia de dificultad técnica. De hecho, realmente se accede al plateau para desde allí emprender travesías más largas, pero ese era de esos días en los que dejamos descansar a las piernas -y a la perra, que de tiradora de trineos tiene solo la experiencia ancestral- para luego acometer empresas de mayor envergadura.
Una vez en el plateau, descubrimos que es una santuario para los caballos, que campan allí a sus anchas, con un nivel de confianza que les hace acercarse en busca de caricias, por lo que si llevamos perro deberemos sujetarlo. Como la llegada fue muy fácil, decidimos remontar un poco el río en busca de una vereda que aparecía en el mapa y que resultó estar cortada por un bosque de helechos. Aún así, el paseo fue muy fotogénico:
Y ya de regreso nos asomamos a ver la cascada de cerca:
CRONICAVENTURA 