Riquewihr es una de esas ciudades alsacianas en las que parece haberse detenido el tiempo en el medievo. Aunque para ser justos, todo está tan limpio, cuidado y decorado que dudo que en el mismo medievo fuese tan agradable pasear por sus calles. Además, lo pillamos en fiestas, y sus habitantes se reúnen en carpas en una especie de verbena en la que comparten grandes mesas y barbacoas para degustar productos regionales. Otra cosa llamativa de las coloridas fachadas son los carteles de metal de los distintos oficios.
Tampoco hay que olvidar el telón de fondo que rodea a este lugar: viñedos de cambiantes colores que aparecen al final de sus calles para dar un toque de color a nuestras fotos.
Para dormir con la furgo salimos a un ensanche de la carretera que sube al castillo y viñedos, ya que el área de autocaravanas era bastante cara para lo que ofrecía.









