Una vez que hemos terminado de recorrer Arturo y yo los caminos Francés y Primitivo en bicicleta, pusimos el foco en uno al que tenía ganas desde hace tiempo por su supuesta belleza y por la atracción que he sentido siempre hacia la Costa Cantábrica. Era una empresa más compleja tanto a nivel de logística -llegar hasta allí desde Jaén- como a nivel de esfuerzo, pues la orografía que sigue esa costa está modelada con el mismo capricho que sus acantilados. Pero eso no nos iba a amedrentar y a mediados de Julio estábamos dejándonos caer en casa de nuestro anfitrión favorito para pivotar desde Madrid.
Era 17 concretamente cuando recorríamos en Metro el trecho hasta la estación del Norte con las bicicletas envueltas en celofán, que se dice mucho más pronto de lo que se padece. Y no nos resultó sencillo montarlas en el tren, porque desgraciadamente la Renfe ya no es lo que era, y ahora es mucho más ventajoso el cliente fácil y anodino que aquel que transporta artefactos tan extrañísimos como una bicicleta, a pesar de haber indicado en el billete claramente las intenciones de hacerlo. Pero bueno, unas amenazas más tarde estábamos dentro de los vagones rumbo a Santander.

Santander. Bonito lugar para comenzar este camino. Podíamos haber remontado unas cuantas etapas más atrás, pero las noticias de pocas infraestructuras en la Zona Vasca nos hizo fijarnos en esta opción. Poco se puede decir de lo agradable que es una de las ciudades más habitables de Europa, de ahí le viene el título. Nos recibía con un sol y una temperatura envidiables para pedalear, solo desenfocadas por la presencia de un encargado muy poco (o nada) entregado al oficio de hospitalero y sí al de hacer dinero fácil con niños de papá de la «alta Europa». La alta presencia de turismo nos había llevado hasta el Santander Central Hostel, pero recomiendo intentar coger plaza en el albergue municipal de peregrinos, ya que no merece la pena el sobreprecio. Por la tarde disfrutamos de un estupendo paseo por la costa, largo pero gratificante, que nos sirvió para ir preparando la musculatura después de las horas de asiento.

Santander- Comillas:
Y a partir de este punto, iniciábamos la sucesión de etapas cuidadosamente seleccionadas para terminar en lugares preciosos pasando por otros no menos espectaculares. En este camino hemos intentado mantenernos fieles al trazado original siempre que no fuese solo peatonal, sabedores de que las carreteritas comarcales te aíslan de lo más auténtico del Camino. Primera parada en Santillana del Mar:


Paseo por la tarde en Comillas, un lugar para visitar con más tiempo:

Comillas- Llanes:
Parada obligada: San Vicente de la Barquera:

Playa de La Franca en marea baja, un espectáculo para recorrer en bicicleta:


Y Llanes:




Aquí nos alojamos en el Albergue de Llanes, muy recomendable.
Llanes-Ribadesella:
El paisaje se va volviendo aun más espectacular a medida que entramos en Asturias. Los acantilados, las pequeñas playas hasta las que llega la hierba verde, las aldeas. Es un disfrute que casi hace que se te olviden las cuestas cuando pedaleas. En esta etapa se alternan recorridos de costa por otros de interior que te aísla del mar como si estuvieses bastante más lejos de lo que estás.




Parada en la playa de Ribadesella

En Ribadesella no hay albergue, por lo que después de refrescarnos en la playa tuvimos que continuar hasta S Estéban, una pequeña aldea lo suficientemente lejos y arriba como para no volver a bajar al pueblo por la tarde. Afortunadamente los paisajes, la verbena de los vecinos y la tormenta que cayó nos mantuvieron entretenidos todo el final de la jornada.


Viva el frío en Agosto!


Ribadesella-Gijón:
Esta era la etapa reina del año, casi 70 kms de subidas y bajadas para poner a prueba que… Arturo ya me moja la oreja con la bicicleta. Qué le vamos a hacer. Es ley de vida…



Menos mal que con estos paisajes se te quitan las penas… Y Gijón, tan maravilloso como siempre. La opción peregrino implicaba dormir en el camping de las afueras, pero el servicio de autobuses evitaba que fuese un problema… además, con el nivel de las instalaciones (del camping, no del albergue, que era muy normalito), Arturo no puso el más mínimo inconveniente.




Gijón-Cudillero
Etapa final del camino de este año. 52 Kms muy llevaderos, aunque el pueblo esté un poco aislado, pero su belleza da para pasar una tarde y muchas más. El albergue realmente curioso, en una casona vertical empotrada en la montaña, de manera que desde la terraza puedes brincar y hacer senderismo prácticamente. Pero lo mejor, las callejuelas escarpadas en las laderas que miran al mar, las calitas del espigón para darse un baño, los curiosos túneles que atraviesan su orografía para conectar en línea recta centro y costa… La elección como final de etapa es incuestionable.








Por la tarde empaquetamos las bicicletas para evitar problemas en el regreso, y tras dormir, la «otra peregrinación» del Camino que es la vuelta a casa. Bus a Avilés, de allí a Oviedo, y de Oviedo a Madrid. El precio que hay que pagar por ir en Bici. Dejamos para el año que viene la segunda mitad, atravesando Galicia, y de aquí a entonces la encrucijada de si seguir en nuestros trece o pasarnos a la bota de trecking… En cualquier caso, el recuerdo que nos ha dejado esta primera parte ha sido inmejorable. Mezclar Camino y mar, es una experiencia que los otros dos caminos hechos no nos había brindado (salvo mi bajada a Finisterre de hace años) y que hay que hacer al menos una vez en la vida del peregrino.
Hola, Raúl!!. Un reportaje buenísimo, y unas fotos maravillosas. Me ha encantado ?? ????
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¡Precioso viaje! Y supongo que lo más inolvidable será la compañía Arturo. Enhorabuena!!!
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