Los Alpes. Francia, Italia y Austria.

– A Austria.

– ¿A Austria?

– Sí, a Austria. En moto.

Así empezaba una aventura. Como tantas otras. Con una idea, un proyecto, un mero boceto en el que se entrelazan imágenes mentales sacadas de almanaques, revistas, folletos, y que se adornan con la imaginación que cada uno puede ponerle a cosas como El Tirol… A ratos nos asustábamos de la kilometrada que supone ir hasta allí a lomos de la moto, del clima que no dejábamos de ver en la ciudad de Insbruck (según las app del tiempo estuvo lloviendo desde mayo hasta julio sin parar ni un solo día) y a ratos nos entusiasmábamos viendo los folletos que con gran eficiencia nos habían enviado desde la página oficial de turismo Austríaca. Y es que aquel país, aunque pensábamos que vivía de las KTM y de hacer vías de tren, en realidad, lo hace del turismo.

Pero… empecemos por el principio.

Todos los veranos hacemos desde hace ya unos años un viaje en moto de una quincena. Año tras año hemos ido puliendo detalles para hacerlo más acorde a nuestra forma de conocer mundo. Primero fue una gran tirada, precisamente alpina, en la cual solo repetimos noche en un sitio. En esa ocasión echamos de menos patear más, así que en siguiente destino, la Costa Cantábrica, trajo consigo menos kilómetros de moto y más pateos. La culminación de esa idea vino en la edición de los Pirineos, en la que planificamos matemáticamente dos noches en cada camping, de manera que hubiese un día de rodar en la moto y otro de hacer una marcha de senderismo o de montaña, porque la mitad de las veces andábamos por encima de los 2000 metros. Queríamos hacer algo así en los Alpes, por los que hace años pasamos demasiado «de largo». Pero de repente Austria se cruzó en nuestros planes y entonces…

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Fueron muchas tardes intentando dar forma a algo que combinase senderismo y cierto sedentarismo en un lugar, con una tirada tan larga como la que conllevaba llegar a Austria, respetando nuestra máxima de evitar las jornadas maratonianas de moto. Pero algo había que sacrificar, todo no podía ser… En estas estábamos cuando entramos en la web de turismo oficial de Austria, y decidimos escribir. Con sorprendente premura, nos respondieron dándonos muchas ideas, y alguna de ellas era en parte la solución: «Olvidaros de Viena. Es preciosa, pero si solo vais a estar una semana y venís en moto, dejadla para un viaje en avión a la ciudad». Así, de una estacada, nos centrábamos solo y exclusivamente en la mitad Oeste del país. La más montañosa. Por otro lado no era un año en el que el presupuesto brillase por su hermosura, de modo que hicimos un meticuloso estudio de los gastos viendo el precio de los alojamientos, gasolina, peajes, comida… etc, y conseguimos cerrar unas cifras que nos permitirían abordar el proyecto. Una de las cosas que más nos llamó la atención era que en Austria la gasolina estuviese más barata que en España. No así en Italia, donde en este aspecto se las traen…

El segundo paso fue, de esta mitad, seleccionar solo dos plazas en las que parar. Nos sedujo la idea de estar en una gran ciudad, para por las tardes hacer turismo urbano, y por las mañanas conocer los alrededores,combinando paseos en moto con pateos. Y así es como nos planteamos Salzsburgo e Insbruck.

Luego había que llegar hasta allí, rodando, y aprovechando para ver lugares por los que en otros viajes habíamos pasado de largo. Revisando tracks de otros años, nos salieron las etapas que veréis a continuación y que os iré contando a lo largo de los siguientes días. Os deseo buena lectura!

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16 de Agosto: Baeza-Teruel

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Arturo se quedaba en casa con mamá al mediodía del 16. Teníamos una tarde para avanzar un poco en la tediosa tarea de atravesar España hasta los Pirineos, cosa que para nosotros era como una meta para dejar atrás el calor de un verano infernal, que afortunadamente estábamos capeando a base de destinos frescos. Como habíamos estado bien en la Fonda del Tozal en Teruel durante una subida a La Masía Pelarda en La Puebla de Valverde, decidimos repetir. Pero esta vez, dado que teníamos la tarjeta del sitio, decidimos reservar directamente en lugar de por mediación de Booking. Nos ahorrábamos unos 3 ó 4 euros pero…

Salíamos de Úbeda al mediodía, «con la  fresca», e intentando ganar tiempo cogimos esas autovías que tan poco nos gustan en moto, para llegar a Teruel con luz de día. Una vez allí, nos dirigimos a nuestro punto de referencia, y en lugar de la chica que me atendió por teléfono nos encontramos con un desagradable grandullón al que parecía importunarle tener lleno el hostal. Cuando dijimos nuestros datos, nos dimos cuenta de que ¡No habían hecho la reserva! casi cinco horas de moto acalorados, con ganas de una ducha urgentemente, y nos encontrábamos en pleno agosto sin habitación… Llamó por teléfono a mi interlocutora, que pronto se acordó de la conversación, y quedó en resolverlo llamando a otros alojamientos cercanos, y al menos tuvimos la suerte de que 2 calles más abajo habían anulado una reserva, por lo que allí acabamos. Arreglado el entuerto, decidimos dejar Teruel de lado para próximas paradas centradas y buscar alternativas, pues habiendo tantas flores en el jardín…

Luego nos dimos una vuelta por la plaza del torico y cenamos bastante bien para el presupuesto que nos habíamos marcado.

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En la Fonda del Tozal, con dos palmos de narices…

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17 de Agosto: Teruel-Carcasonne

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Como teníamos una buena tirada hasta Carcasonne, nos levantamos al amanecer, y fuimos directos a a la Plaza del Torico a desayunar en una panadería que ya conocíamos en los soportales. Y como ya íbamos de romanos, desde allí a la moto. La salida de Teruel fue un poco accidentada: se nos olvidó atar la mochila del saco de Ana en la parrilla de la moto, y aguantó sin caerse un kilómetro escaso… pero lo malo fue que al parar bruscamente y girarnos alertados por el claxon del coche de detrás, la moto se nos cayó al suelo. Así empezábamos la ruta con el intermitente delantero derecho sin cristal… cosa que poco más adelante solventamos con celofán.

Lo cierto es que con la kilometrada y con las ganas de llegar pronto a la ciudad francesa, no hicimos apenas fotos del trayecto. Paramos en Andorra a comer, y nos pasamos por varias tiendas de accesorios de moto para buscar la dichosa pantallita trasparente, pero no hubo suerte, y sí mucha pérdida de tiempo en los atascos que se forman en esa ciudad, así que en lo sucesivo intentaremos evitarla para cruzar a Francia. Al menos, la comida bastante bien.

Llegamos a Carcasonne a la hora de la merienda, pero el camping municipal «La Cité» estaba lleno, de modo que seguimos hasta el siguiente, a L´Ombre des Micocouliers, donde sí había bastante sitio. Eso sí, del fresquito que esperábamos al norte de España, ni rastro por ninguna parte, así que decidimos directamente darnos un baño en la piscina y así salir de turismo repuestos de la paliza en moto.

Carcasonne es una parada obligada si se pasa cerca. Ya sabemos de la capacidad de los franceses para respetar y cuidar lo antiguo, pero en esta ciudad se llevan la palma. Es sorprendente el tamaño del recinto amurallado, y lo bien conservado que está todo. Las fotos no hacen justicia porque la cámara murió ese mismo día y a partir de ahí tuvimos que funcionar a base de móvil… una pena. Al menos el de Ana las hace bastante decentes. Un sitio al que regresar! Eso sí, tanta belleza tiene su precio, y en verano, está a tope de turismo. Aun así, el paseo al atardecer por sus calles empedradas es un placer que no debemos perdernos, así como cenar en una de las numerosas terrazas que hay repartidas por el interior del recinto.

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18 de Agosto: Carcasonne-Génova

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Ahora sí. Teníamos por delante la etapa más larga del viaje, con más de 700 kilómetros hasta Génova. De modo que salimos con el ánimo de perder el menor tiempo posible, iniciando la peregrinación del montar-desmontar tienda a diario, e intentando secar un poco el doble techo mientras desayunábamos. Hasta Beziers íbamos a evitar la autopista de peaje, lo cual nos llevó por carreteras secundarias de estas en las que has de aprovechar los tramos de doble carril que hay cada varios kilómetros para adelantar. En Beziers, como era pronto en el cómputo total del trayecto, simplemente entramos para hacer la foto del casco antiguo y seguir. Merecerá la pena hacer parada allí con más tiempo en el futuro. Y así seguimos, ya por autopista, hasta Nimes, donde entramos a ver el teatro romano, e intentar, con poco éxito, dar con una boulangerie en el centro. La ciudad es muy chula, tiene amplias avenidas con zonas verdes, y al final pudimos comer algo en el césped de una de dichas zonas antes de reemprender la marcha. Viendo que las autopistas seguían siendo baratas para las motos al cotizar por un solo eje allí, no la dejamos hasta Frejous, en la costa, donde entramos con la idea de comer.

Allí tuvimos un poco de dilema para elegir el sitio, ya que al ser un lugar muy turístico a poco que te descuidases te daban un buen sablazo, y la opción parrillada de pescado era la menos indicada con nuestro presupuesto. Me costó convencer a Ana para entrar en un snack, pero cuando por fin lo hice, la sorprendí con un par de ensaladas hechas al gusto que no se le olvidaron en todo el viaje… Y así salvamos el expediente. Ya descansados, volvimos a subir a la moto para intentar llegar a Génova con luz de día.

El siguiente tramo de autopista era un viejo conocido del pasado viaje a los alpes franceses. Así que paramos solo un par de veces intentando evitar la zona de Mónaco, que visto una vez… vaya enclave chulo que tienen los joíos. Pero la mente estaba puesta en Italia, y notamos con claridad cuándo entramos en ella. Primero, la autopista duplicó el precio, Luego, la gasolina, más de lo mismo, y el trazado de la ruta se retorció bastante, bajando de la limitación de 130 km/h que ya es un buen crucero para mantener en le moto, a 110, que debías estar pendiente para no pasarlo. Curiosa la cantidad de túneles que han tenido que hacer en este país para las autopistas… quizás de ahí su precio. Las vistas, también, espectaculares desde el gran mirador al mar en que se convertía la autopista entre túnel y túnel. Recordad, evitar llenar el depósito en una autopista italiana u os acordaréis de la madre de Donatello!

Y con esas disertaciones llegamos a Génova. No había tiempo de ir al camping (al otro extremo de la ciudad) así que decidimos parar en el puerto y casco antiguo a tomar unas fotos y seguir . Y aquí hemos de decir que fue la ciudad que más nos decepcionó del trayecto. Muy saturada, con una circulación retorcida y llena de galerías soterradas, y sin la gracia que se ve en algunas fotos por la red de las casas que miran al mar. Así que tras comer un helado y con el sol poniéndose, nos fuimos en busca del camping con los ingredientes de la cena. Y no fue fácil… parecía que Génova no se acababa nunca, y por segur paralelos al mar y no buscar una vía rápida que nos llevase circunvalando, nos pasamos casi media de calle en calle. El camping estaba en una ladera escarpada, aterrazado, con las parcelas más angostas que hemos visto hasta la fecha, y subir arriba en moto de horquilla en horquilla recuerda un poco al Stelvio. Montamos de noche intentando no molestar, nos duchamos, y cenamos, pensando ya en la Toscana y deseando que las siguientes etapas fueran menos largas.

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19 de Agosto: Génova-Toscana-Florencia

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Hicimos presto el tramo de autopista hasta Pisa, sin más reseñable que los mismo bonitos paisajes que habíamos tenido desde que entramos en Italia por el Mediterráneo. Gracias a los intercomunicadores, novedad en este viaje, podíamos ir comentando qué hacer y qué no, y en este caso sopesamos seriamente desviarnos a ver el campanile famoso de Pisa, pero siguiendo el dicho de quien mucho abarca… decidimos centrarnos en la Toscana y Florencia que eran las protagonistas del día. Así que apenas coger la nacional que penetraba en el interior, el paisaje empezó a cambiar por suaves montañas teñidas de verdes y amarillos, villas tapiadas y vides. Paramos a repostar los estómagos en una panadería en la que probamos un especia de empanadilla riquísima, y seguimos haciendo fotos desde el asiento hasta San Gimigiano, pueblo turístico que se merecía parada para recorrer el centro histórico. Aunque estaba bastante concurrido, pudimos sacar unas fotos medio decentes. La entrada a Florencia, en el valle del río Arno, la hicimos en altura, parando a comer en un mirador desde el que podíamos hacernos a la idea de lo que íbamos a visitar durante aquella tarde. Luego, al camping Firenze, uno de los más lujosos en los que hemos estado, aunque podían haber cuidado más el firme de las parcelas. Nos llamaron la atención la piscina, de suelo almohadillado, y el supermercado, que era igual que el de cualquier cadena conocida, precios incluidos.

Una vez con la tienda montada, a patear. Aprovechando la ventaja de la moto, aparcamos en el punto desde el que creímos conveniente iniciar el paseo, y desde allí recorrimos todas las calles que el tiempo y las piernas nos permitieron dentro del casco antiguo, empapándonos de imágenes de Santa María, el Puente Vecchio, y todas las plazas y palacios de su alrededor. Así hasta que nos dio la hora de cenar, y acabamos comprando un surtido de «delicatesen» para hacer un ensalada estupenda con tapeo a nuestro regreso al camping.

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20 de Agosto: Florencia-Venecia-Tramonti de Supra

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Salir de Florencia hacia Venecia, haciendo Norte, implicaba seguir disfrutando de las vistas de La Toscana durante un buen puñado de curvas más. La etapa del día no era larga, pero el hecho de querer ver Venecia, comer allí, y seguir hasta los Alpes Italianos, tampoco invitaba a relajarse, de modo que además de estar en ruta tempranito como de rigor, optamos por hacer otro trecho de autopista que nos avanzase sin demasiadas vueltas en nuestro trayecto. Así estábamos en nuestro primer destino del día bastante pronto.

Lo primero fue cruzar el largo puente que nos llevaría hasta las islas de Venecia, y una vez allí, dejar la moto justo a la entrada, donde amablemente nos indicó una policía que controlaba el denso tráfico de turistas de ese día de Julio. Y por pocas ni cabemos… creo que solo quedaba nuestro sitio. Tocaba andar. Con el Garmin en la mano para optimizar el trayecto desde la zona de la estación, hasta la opuesta de los palacios, fuimos callejeando y haciendo fotos por una ciudad que sorprende por la gran cantidad de pequeños canales y callejuelas, todo peatonal y «marítimo», hasta el punto de no parecer tener fin. Muchas parecidas, otras muy diferentes, más transitadas, o tras tranquilas, con monumentos cada pocas esquinas, como suele ser común en muchas ciudades italianas, y así hasta la solemne plaza del Palacio Ducal.

Comimos por la calle, paseando, un par de pizzas como mandan los cánones, y aprovechamos hasta que vimos prudente seguir nuestro viaje. Ya tocaba olvidarse de las vías rápidas, y terminar de atravesar los valles italianos en busca de las montañas nos trajo de nuevo a las curvas que buscamos cuando vamos sobre dos ruedas. La zona de Tramonti, preciosa. Aun acusando la falta de lluvias, los paisajes de montaña caliza y fuertes desniveles, unidos al magnífico enclave del camping, nos marcaron en el cuadernos de futuros destinos esta zona. Para cenar, nos quedamos en el mismo restaurante del camping tras investigar un poco en el del pueblo (más bien aldea), y allí repusimos fuerzas hipnotizados por todas las imágenes que habíamos visto a lo largo del día. Aunque tentados estuvimos de compartir mesa con unos amables italianos que nos ofrecieron sus brasas junto a nuestra tienda.

Estábamos en los Alpes, por fin. Y a la mañana siguiente pisaríamos la tan ansiada Austria. El viaje, iba mejorando kilómetro tras kilómetro.

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21 de Agosto: Tramonti-Salzsburgo

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Amanecer en el Camping de Tramonti era un espectáculo. Las luces colándose en el valle rodeado de vastos bloques de caliza merecían más de una foto. En esta etapa teníamos una de las Best Seller del viaje: La Grossgrockner es la carretera más famosa de Austria. Tras pagar 15 €en un garito de peaje accedes a una vía con el asfalto absolutamente impoluto rodeada por unos paisajes en los que costaba no pararse continuamente. Museos, restaurantes, jardín botánico y centros de interpretación completaban el menú de cosas disponibles para la visita. En la parte alta, un Glaciar que descolgaba valle abajo a gran altitud. Habíamos entrado en Austria, y todo a nuestro alrededor se había transformado en aquello que relacionas siempre con las postales idílicas, los cuadros de paisajes alpinos y sobre todo en el estereotipo de lugar en el que a muchos nos gustaría vivir. La mandíbula permanecería desencajada 6 días desde ese momento.

Tras comer, hicimos el tramo de autopista que nos separaba de Salzsburgo aprovechando nuestra flamante viñeta y comprobamos que el camping esta operativo a pesar de que no le funcionase el correo electrónico. Así que allí nos plantamos, para salir a tomar el primer contacto con la ciudad de Mozart.

Regresamos al anochecer para cenar en una mesa del camping que unos belgas habían pseudoreservado plantando la tienda al lado, y ante el asombro del ocurrente, desplegamos nuestras viandas. Luego no se quejó, pues al parecer comprendió que se puede ser cívico y utilizar las cosas comunes al mismo tiempo.

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Brico para que la cámara cargase con la carcasa puesta

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22 de Agosto. Salzsburgo a tope.

Habíamos decidido comprar la tarjeta de la ciudad, que incluía muchas de las visitas típicas sin tener que pagar por ellas una a una. Así que plano en mano nos dispusimos a amortizarla a tope… no se si desde entonces a los españoles les cobran un plus…

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Castillo de Salzsburgo, desde el exxterior

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Panorámica desde el Río Salzach

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El intramuros del castillo

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Vista de la Abadía y la catedral

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Catacumbas

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Palacio de Hellbrun

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Zoo de Salzsburgo

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Jardines de los juegos del agua

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Telecabina al Spielberg

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Cervecería agustina con cata y regalos incluida

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Paseo por el río en barco

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23 de Agosto: Lagos al Este de Salzsburgo.

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Apenas llevábamos dos días en Austria, y ya empezábamos a sospechar que por algún motivo habíamos nacido en el lugar equivocado. Por si nos quedaba alguna duda, el tercer día decidimos dar un paseo por los alrededores de Salzsburgo con la moto. Y dado que queríamos prescindir de pagar remontes y demás transportes públicos y «golosinas» que en Austria salen al paso como setas, y esto es totalmente gráfico, nos encaminamos a los lagos que hay al Este de la ciudad. Especialmente el Mondsee y el Attersee.

Era Agosto. Temporada alta de verano. A menos de media hora de una ciudad importante… ¡Y no estaban llenos! Pero eso no era lo peor… además de bonitos a rabiar, cuando hicimos la obligada parada con objeto de tocar el agua y reírnos de pensar que aquellas pobres gentes tenían allí una paraíso en el que solo se podrían bañar con neopreno de 8 mm, lo único que pudimos constatar con cara de asombro es que el agua estaba templada. no es Justo. Papá. Mamá. ¿Por qué no nací austriaco?

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Después del periplo regresamos al camping para ducharnos y despedirnos de Salzsburgo durante la tarde. Es una ciudad que combina a la perfección lo antiguo con lo moderno, y en la que hasta un simple albergue de peregrinos como el de la foto, parece algo más solemne aunque los que duerman allí no estén preocupados precisamente por la estética cuando les toca andar un buen puñado de kilómetros entre jornada y jornada. Esa tarde además parecía haber una gala, que no sabemos si tendría algo que ver con el festival de ópera de aquellos días, y había mucho movimiento de gente y coches de alto estanding.

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La última cena fue también peculiar. Siguiendo las indicaciones del mapa y visto el éxito del día anterior, decidimos buscar la otra fábrica de cerveza de la ciudad. Cuando marchábamos por las calles al anochecer pensábamos que no íbamos muy bien encaminados, por lo vacía de la zona que se empezaba a alejar del centro histórico, y de hecho, hasta el último momento nos pareció ver la fábrica cerrada pero… rodeándola por el costado derecho accedimos a una plaza peatonal en la que parecían estar todos los habitantes que no iban a ir a la ópera esa noche. Dispuestos en mesas que ocupaban la totalidad del espacio, y no era pequeño, cada grupo daba cuenta de cervezas y comida rápida que se servían en la esquina interior de la fábrica. Ibas, pagabas el recipiente, te ibas con él a que te escanciasen el preciado brebaje, y volvías a la mesa con los coloretes de Papá Noel. Luego, pedías una costilla a la plancha y una salchicha al horno, y recuperabas todas las sales minerales, proteínas, grasas, y demás componentes perdidos a lo largo del día. Y de paso te quedabas preparado para el siguiente. Que tocaba cambiar de plaza.

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24 de Agosto: Salzsburgo-Insbruck

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. Insbruck es la capital del Tirol. Alpes en estado puro. Y eso implicaba meternos en zona aún más alta y montañosa que la de Salzsburgo. Disfrutando de carreteras que seguían estando excepcionalmente cuidadas y limpias, nos fuimos colando de valle en valle hasta entrar en una zona que teníamos marcada como parque nacional y en la que planificamos una parada de antemano, pero que rebasó todas nuestras expectativas. Las Cataratas Krimml son parada obligada en la carretera, como atestiguaba la gran cantidad de vehículos que llenaba los parkings disponibles. Una vez más, agradecimos el llevar moto, y nos preparamos para un pequeño pateo subiendo por una camino peatonal a distintas terrazas desde las que contemplar la sucesión de saltos que componían aquel espectáculo de la naturaleza. ¿Dónde está la sequía?

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Aprovechamos que había bancos en distintos puntos del trayecto (hay incluso un hotel con restaurante en la cabecera, pero a nosotros con el banco y el bocata nos bastaba) y dimos cuenta de un buen almuerzo mañanero con la última cerveza que nos quedaba de la visita a la primera de las fábricas. Luego, salimos de allí sin ganas de dejar de ver aquello que era difícil de abarcar y por supuesto casi imposible de mostrar en fotos, y aun hicimos alguna parada para intentar plasmarlo en la lejanía. ¿De dónde sale tanta agua?

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En fin… lo bueno es que en Austria pronto vuelven a salir bonitos paisajes que te ayudan a superar la pena por los que vas dejando detrás…

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A Insbruck llegamos a medida que la tarde se nublaba (esa podía ser una de las claves de aquel esplendor…) y nos dio tiempo a montar en el camping y cambiarnos para salir a ver la ciudad antes de que empezase a llover. Salir, eh? Porque en el momento en que cogimos la moto, empezó a caer pero bien. Al final iba a ser verdad lo que predecía la app del tiempo durante todos los meses anteriores, y es que allí llueve más en vernano que en invierno. Suerte que llevábamos chubasqueros, y de que íbamos en moto, aunque la primera tarde creo que circulamos hasta por donde las motos tenían vetado el paso. Nos costó encontrar aparcamiento, por primera vez en este medio, pero al final dejamos la Triumph en una placeta enfrente de un restaurante lujosilla, al pie de un árbol. Tenía una sensación de mayor tranquilidad de la que ya tengo en sitios como Cadaqués, creo que en Austria saben cuidar al turista mucho mejor.

Nos dio tiempo a ver la zona histórica que el resto de días revisaríamos con más tranquilidad, y a hacer algunas fotos, antes de cenar en una hamburguesería a lqa que hay que volver sí o sí. Luego regresamos a la tienda acompañados por otro aguacero. Al menos, nuestro habitáculo se portó tan bien como siempre y dormimos sequitos.

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25 de Agosto, Insbruck

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El camping Está en Judenstein, a unos 20 minutos del centro de Insbrukc, es decir, 13 kms de carreteritas entre pequeños pueblos. Igls está justo al Sur de Insbruck.

El plan ahora pasaba por hacer senderismo por las mañanas del sur de Insbruck y disfrutar de la ciudad por las tardes. Y el primer día comenzamos por una excursión sencillita, sin remontes, desde la ciudad de Igls, que es de donde estos parten. Con ayuda del GPS definimos un pateo circular por veredas fantásticamente señalizadas en el que disfrutamos de las vistas desde una ermita que estaba entre lo que en invierno deben ser pistas de esquí. Hay numerosas fuentes, terrazas en las que reponer líquido y comer algo… realmente creo que se podría estar aquí un mes siendo senderista sin aburrirse ni una jornada.

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Salieron unos 15 kms, eso sí, con buen desnivel.

Vuelta al camping a ducharnos y a comer a una hora intermedia entre la austriaca y la española. Cosas sanas pero sin pasar hambre, eh? Y cada ocasión era estupenda para degustar una cerveza nueva… aunque también cayeron algunos refrescos de dudosa procedencia que parecen gustar allí.

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Sin perder el tiempo en siestas ni en cosas que con aquel fresquito no vienen al cuento, bajamos a la ciudad. Poco a poco nos íbamos haciendo con las carreteras de nuestra zona, y lo que es mejor, con los sitios ideales para aparcar y desde allí moverse a pie por Insbruck. Este arco de triunfo fue uno de nuestros favoritos:

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Con el sol fuera las calles lucían mucho mejor.

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El famoso tejado dorado y su fuente, de un agua riquísima.

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El parque del centro es una pasada.

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Agua vaaa!

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26 de Agosto. Insbruck.

La noche anterior nos acostamos escuchando unos truenos que no eran precisamente de lluvia…

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Y por la mañana nos encontramos rodeados de Harleys. Venían de Italia, al más puro estilo macarrónico, y no protestaron en posar con una Triumph que como véis no desentona nada con las otras. Tras las risas, desayunamos, y nos encaminamos a coger el remonte para hacer la excursión de esa mañana.

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Normalmente los senderistas cogen el remonte en Igls y el descenso en Tulfes, pero nosotros quisimos bajar a pata, es decir, el doble de larga, atravesando por alta montaña y bajando por la media ladera en diagonal. Así nos salieron algo más de 20 kilómetros, pero mereció la pena pues la bajada es también muy chula entre árboles (Arriba apenas había sabinas, algún abeto y poco más). Luego, cogimos bus hasta el camping, que se quedaba abajo y a medio camino. Y por la tarde nos tocó ir en busca de la moto y ya con ella despedirnos de Insbruck.

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Va tanta gente a hacer este pateo que se mantienen un par de refugios – restaurante de los que paramos a repostar algo. Aquí cayó otra cervecita de medio… pero se sudaba antes de poder tener afecto alguno.

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Durante un tramo del descenso atravesamos una especie de «parque temático para tortolitos tiroleses», pero en sentido contrario. Parecía que si alguna pareja llegaba hasta arriba era porque se querían mucho, y al final encontraban esta recompensa…

Nosotros, sin embargo, como lo hicimos bajando, nos dieron esta otra…

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Plano de las excursiones por la zona.

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Insbruck se quiso despedir de nosotros tal y como nos saludó. Con lluvia. Menos mal que durante la primera mitad del día suele respetar…

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La cena no pudo ser mejor. Nos dejamos llevar por la afluencia de gente, y como suele pasar en esos casos, acertamos de lleno.

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27 de Agosto: Insbruck – Torino

12 Insbruck Turin

Con toda la pena del mundo tocaba despedirse de Austria. Cosa que desde Insbruck, cerca de la frontera con Italia, pasó rápidamente. En seguida estábamos de nuevo en los Alpes Italianos, pero esta vez una carrera ciclista y una desorganización total de los agentes de tráfico locales, hacían que la llegada fuese menos idílica. Nos tocaba dar una rodeo pues el tramo seleccionado estaba cortado. No quería saltarme el Stelvio, así que la alternativa debía ser lo más cerrada posible. Y ante las dos opciones que se me presentaban en el mapa, cogí la más pintoresca: Otro pequeño puerto de montaña que suponía lo menos dramático para los que queríamos disfrutar de curvas. Y al parecer, me cogieron la idea varios alemanes que se habían encontrado el mismo percance en su ruta de domingo.

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Y así seguimos con es disfrute durante toda la etapa, con parada en el puerto del Stelvio donde tomamos un tentenpié en uno de los puestos junto a la carretera. Esto nos dio margen para bajar ya hasta dejar atrás los Alpes y bajar a la zona de Lagos por la autopista, llena de túneles como en nuestra entrada en Italia, pasando junto al famoso Lago Di Como, donde habrá que volver con más tiempo. Hacer el inciso de que atravesar el Stelvio, tan famoso por sus horquillas, tiene sus más y sus menos. Me gustan las curvas, me gusta tumbar y llevar la moto de una manera fluida de una a otra, sin frenar ni acelerar demasiado. Esto es divertido, hasta las curvas de segunda. Pero las horquillas del Stelvio, al menos con acompañante y maletas, te obligan a meter primera y descolgar el pie al suelo al menos para equilibrar, y, si te cruzas con alguien de frente que no te permite trazar, de divertidas tienen poco, sobre todo en ascenso.

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El camping Bella Torino estaba un poco retirado, y era básicamente un aparcamiento de autocaravanas con una pequeña área tapizada de césped para tiendas, unos baños portátiles… Y muchos mosquitos. Así que tardamos bien poco en estar listos para bajar a la ciudad. Allí dimos un buen paseo por el centro y nos cenamos unas pizzas de menú que nos supieron a gloria.

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28 de Agosto: Torino-Orpiere

13 Turin Alpes f

Nos encantan los alpes Franceses. Y tras salir del valle de Torino, habíamos planificado atravesarlos en lugar de bajar directamente en busca de la autopista de la costa, para, ganado el cuarto día de Insbruck, invertirlo en hacer algo de turismo por esta zona de Francia que tanto nos gustó hace ya tres años. Pero el calor no estaba dando tregua en el sur de Europa ni esos días ya de finales de Agosto. Las carreteras estaban repletas de tráfico. Entre otros vehículos, muchas motos principalmente italianas nos recordaron el modo de conducir mediterráneo cuando se tiene un vehículo de alta cilindrada. (Digo esto porque en Austria no vimos nada por el estilo). Así que decidimos tomárnoslo con calma para desmarcarnos de esa variante del tráfico, y quedarnos en un justo término medio entre el dominguero que iba mirando el paisaje y los que se la iban jugando en los adelantamientos.

Pasamos por varios sitios muy recomendables. Primero, una ciudad medieval bien conservada como es costumbre en Francia, Briançon, que bien se merece una visita en exclusiva. Tenían taquilla para cascos y aparcamientos gratuitos para motos! Después, el parc Nationel des Ecrins, al que debemos visita detallada. Comimos en un lago en el que había bastante gente haciendo windsurf, incluido un señor de más de 70 años que nos dejó perplejos.

El calor arreciaba y dado que con las paradas se iba aproximando la hora de la siesta y había que montar y descansar, dimos el último tirón por carreteritas, de Este a Oeste, en nuestro afán de mantenernos en los Alpes lo máximo posible. Pero hay Alpes y Alpes, y mientras iba mirando el altímetro del GPS me iba convenciendo de que aquella zona, sin ser fea, poco a nada tiene que ver con la alta montaña que encontramos desde el Col de La Bonette hasta Suecia.

Orpierre es un pueblecito con rincones muy chulos en el que vive gente sin muchas ansias capitalistas, casi desconectados de la vida en otros sitios, y en el que se respira paz, quizás también en parte por estar fuera de los circuitos turísticos más habituales alpinos. Pero para nosotros lo más importante es que tenía camping. Y no uno, sino dos. Tras olismear en ambos, nos decantamos por el que hay junto al pueblo al cruzar el «río», pues estaba claramente mejor preparado que el que hay pasando a 4 km al este, y tenía piscina! Tal era nuestro estado de calor, con las vestimentas moteras preparadas para Austria.

Montamos tienda, nos dimos un buen chapuzón y salimos a pasear y cenar en una pizzería rústica bastante recomendable.

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29 de Agosto: Orpierre-Prades

14 Alpes Pirineos

Ahora ya sí que tocaba dejar los alpes atrás, los verdaderos protagonistas de este viaje al margen de los países que atraviesan, y caer en la monótona carretera de la costa Azul para llegar hasta los Pirineos.

La parada técnica para comer la hicimos en Narbonne, donde sobre el césped dimos cuenta de lo que nos quedaba de comida de combate. Lo cierto es que el paseo gastronómico que hemos dado este viaje a través de las posibles combinaciones de «pan con otras cosas» ha sido tremendo, y echaremos de menos aquellos contundentes rellenos que descubrimos en Austria.

Luego, el tramo que nos quedaba hasta Prades, un pueblo del pirineo catalanofrancés cercano a Andorra, pero ya en la baja montaña, que no tiene tampoco nada especial, pero que para finalizar una etapa, tiene un camping correcto. Eso sí, la fauna local era de lo más variopinta. Y allí nos despedimos de nuestras noches en el extranjero del viaje. Al día siguiente atravesaríamos buena parte de la geografía española hasta Albarracín, cosa que ya os contaremos en la siguiente entrada, pero dentro de la categoría «España».

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30 de Agosto: Prades-Albarracín

15 Pirineos Albarracin

Aquí tenéis la entrada de Albarracín en detalles:

https://cronicaventura.com/2017/08/30/albarracin/

 

31 de Agosto: Albarracín-Casa

16 Albarracin Baeza

Y así regresamos, una vez más a lomos de la Tigresa, saciados por 16 días descubriendo nuevos rincones que merecen ser vividos y que compartimos en este blog que no para de crecer. Viajad y ser felices!

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3 comentarios en “Los Alpes. Francia, Italia y Austria.

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